Soy bastante espontánea y clara al respecto. Me gusta acompañar esos agradecimientos con un montón de palabras para explicar, con cariño, mi gratitud.
Nunca doy las gracias por cumplir, creo que es un acto de generosidad reconocer en el Otro el valor de sus actos.

Por este mismo motivo cuando me dan las gracias las miro bajo el prisma de la sinceridad, porque en mi experiencia vital he descubierto que cuesta menos criticar y destrozar al otro, que agradecerle su existencia.

Gracias en sus discursos de graduación, por haberles educado en el pensamiento crítico, libre y a veces absurdo que nos brinda la filosofía. Gracias por escuchar, por llorar y reír con ellos. Gracias por acompañarlos y darles chuches endulzando su ingenio y su trabajo. Gracias por no olvidar que son adolescentes y adolecen de ese mal que es la tragicomedia permanente y que tanto me fascina. Gracias sencillamente por entender.

Lo mejor es que llegaron todas ellas acompañadas de abrazos apretados y acompasados de susurros mutuos y secretos para recordarnos que ha estado bien.
Sinceramente, lo hemos hecho muy bien, queridos filósofos, queridas filósofas.
¡¡Salud y Libertad!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario