Los niños sirven para cuestionarlo todo. Cuando un niño deja de hacer preguntas se convierte de repente en otra cosa y deja su existencia espontánea para convertirse en un ser programado, estático y previsible.
Heráclito tenía razón, todo cambia y el agua del río no deja de correr y cambiar, pero los seres estáticos en los que nos vamos convirtiendo no nos dejan ni meter los pies en el agua. Corremos el peligro de mojarnos y dejar de formar parte de la masa que se sienta en la orilla porque el agua está fría.
No me gusta la mayoría, creo que he dejado de respetarla. Me gustan los valientes que se salen de lo habitual. Yo soy una valiente y estoy siempre alerta. No me gusta formar parte del todo sin un criterio que me avale, me gustan las minorías porque esas son las interesantes, las provocadoras, las indecentes. Por eso decido formar parte de ellas.
Ayer por la tarde me senté a charlar con un pequeño grupo de alumnos/as, en un bar, tomando un té y casi sometida a un tercer grado, porque estaban llenos de esa curiosidad que no debe morir. A pesar de estar ya en la etapa adolescente, descubrí con entusiasmo que estaban despiertos, al menos en gran parte y que no habían perdido todavía la necesidad de saber, de preguntar y de escuchar. Valientes jóvenes y afortunada yo por encontrarlos en mi camino.
¿Quién querría seguir al rebaño, pudiendo dar un paseo en soledad mirando el cielo o sentada en un taberna irlandesa, en lugar de mirar el trasero de la oveja que llevas delante?
Gracias por una hermosa tarde: Marta, Daniela, Victoria, Kira, Gonzalo e Iker.