Mis ojos se ponen llorosos con excesiva facilidad ante situaciones o conversaciones que para otros no van cargadas de ninguna emotividad. A veces me levanto y me retiro de la vista de los demás, con vagas excusas, porque me da vergüenza dejar caer mis lágrimas sin motivo aparente. He comprobado que casi todo lo que vivo, sea triste o alegre, me parece intenso y eso hace que me sienta incómoda. Nunca se cuando va a pasar: delante de amigos, desconocidos, alumnos, conferencias, cine, reuniones... Simplemente lloro. Se me encoje el pecho, el estómago, me presiona la nuca, me tiembla la voz, esquivo miradas y simplemente lloro. Sucede en público y en privado. Sucede...
En estos días no se estar alegre, esta creación de Banksy explica a la perfección parte de lo que me hace llorar. Los dibujos de Banksy, en general, me hacen llorar. El estado del mundo hace que me resulte casi imposible dejar de llorar: Las preocupaciones y las alegrías de las personas que me rodean, las que no conozco y las que nunca conoceré. El dolor físico, el mío propio y el que no tengo capacidad de calmar en los demás. Las limitaciones vitales, los grandes momentos, los pequeños y los todavía inexistentes. El daño que nos hacemos y las sorpresas que siempre están a flor de piel. Vivo emocionada porque estoy pendiente de todo, no existe el "no tengo tiempo", no existe el "ya quedaremos" o "ya te llamaré". Me emociona organizarme para tener huecos, quedar y llamar a los que necesitan ser llamados. No me decepciono, cada ser humano es responsable de lo que decide hacer y de las pérdidas acumuladas por inacción. Sobrepaso los límites, por encima y por debajo. No me molestan las interpretaciones porque aprendí que no sentimos lo mismo en nuestra humanidad.
Vivo en una sobreestimulación permanente y en una taquicardia que me hizo pensar que estaba enferma y lo que realmente estoy es viva.
A día de hoy, la estadística indica que un 30% de las personas en el mundo son altamente sensibles. Lo que se conoce como una PAS.