miércoles, 27 de agosto de 2025

De radicalismos y otras cosas

Si, me considero un superviviente. Porque durante muchos años tuve asumido que no sobreviviría a la cárcel. Estas palabras cierran el libro "Pájaros azules", que acabo de terminar.

La violencia se ha convertido en el eje central de gran parte de nuestra (des-)humanidad. Siempre dispuestos a discutir, a pelear, a partirnos la cara, abrir cabezas, pinchar con arma blanca, pegar un tiro, torturar, romper huesos, ensuciar el campo, escupir, insultar, rayar coches, hacer pintadas, apalear inmigrantes, quemar indigentes, tirar bombas, quemar montes, criticar, destruir la propiedad ajena, menospreciar a los vulnerables, no querer comprender o no querer saber para no tener que comprender.

El mayor acto de violencia es la ignorancia. Quizá por eso nunca he dejado de ser socrática. 

Ahora que ando profundamente sumergida en escuchar, investigar e intentar comprender los motivos por los que el ser humano llega a cualquier proceso de radicalización, se han instalado en mi cabeza personas y palabras que antes no existían con tanta intensidad. El odio, el único pensamiento, no cuestionar, sesgos a lo bestia. Hay todo un mundo sesgado a nuestro alrededor que impide que los pensamientos radicales puedan extinguirse: ¿Lo veis?

La desactivación del radicalismo es una guerra de trincheras mentales... (David Saavedra)

Y en ese punto estoy, compartiendo trincheras, comprendiendo trincheras, sin ánimo de atrincherarme. 

Quizá por eso nunca dejaré de ser estoica. 

Animalizarte, renunciar a tu humanidad, convertir el odio en pura pulsión. Le pierdes el respeto a todo porque te lo han robado todo... (Santi Cobos)

Cuando hablo de todo esto, es difícil que el Otro entienda lo que me esfuerzo por explicar. Hablo de personas que no pudieron elegir (como ves, lo tengo claro querido amigo) yo que llevo la libertad por bandera y siempre a modo sartreano defendí los grilletes de la libertad. 

Quizá por eso no puedo dejar de ser filósofa.

Mis respetos a todos/as aquellos que están luchando por salir de cualquier proceso de radicalización. 

"Todo el que alguna vez ha construido un nuevo cielo, encontró antes el poder para ello en su propio infierno"  Nietzsche


domingo, 3 de agosto de 2025

Curvis y transporte público

 Ahora que me encuentro viajando por parte de Europa en transporte público, mi cadera ancha y mi culazo, reivindicamos un asiento a nuestra medida. 

En este instante viajo de Praga a Munich en autobús. A mi izquierda el anclaje del cinturón de seguridad incrustado en mi nalga, será un amoratado recuerdo de este trayecto. A mi derecha un chico delgaducho al que probablemente he intimidado cuando he colocado mis caderas pegadas a sus huesos. 

Agradezco que me tocase pasillo para dejar que parte de mi cuerpo se escape de este escaso asiento. Mi cuerpo prisionero en este autobús, comparte esa incomodidad que nos une a todos, pero que nadie sufre como yo.

Dependiendo de los trenes, la cosa no mejora demasiado y en aviones, peleas por conseguir asientos de ancho especial… porque resulta que las/los curvis somos especiales. ¿O quizá somos espaciales? Porque ocupamos parte del espacio vacío o aéreo, gratuito, que deja nuestro asiento. 

Hace unos días unas chicas fueron obligadas a pagar dos asientos para poder viajar en bus, debido a su sobrepeso. Entonces…: ¿Los delgados deberían pagar medio? ¿Los niños sólo pasillo y limpiar las huellas de sus zapatos? Los impertinentes y ruidosos que paguen por las molestias, los silenciosos que vayan gratis por no molestar, el conductor que pone música que no a todos agrade que nos rebaje el precio a los rockeros, el que huele a sudor que sea expulsado por guarro y la que apeste a colonia que vaya en asiento herméticamente cerrado. 

Y por supuesto que revisen el contenido de los bocadillos que suben los viajeros porque se mezclan las alergias alimentarias, veganos, vegetarianos y demás. 

Y digo yo: o cabemos cómodamente todos o no cabemos ninguno.

Mientras tanto a joderse: viajeros vayan subiendo y acomódense!