domingo, 3 de agosto de 2025

Curvis y transporte público

 Ahora que me encuentro viajando por parte de Europa en transporte público, mi cadera ancha y mi culazo, reivindicamos un asiento a nuestra medida. 

En este instante viajo de Praga a Munich en autobús. A mi izquierda el anclaje del cinturón de seguridad incrustado en mi nalga, será un amoratado recuerdo de este trayecto. A mi derecha un chico delgaducho al que probablemente he intimidado cuando he colocado mis caderas pegadas a sus huesos. 

Agradezco que me tocase pasillo para dejar que parte de mi cuerpo se escape de este escaso asiento. Mi cuerpo prisionero en este autobús, comparte esa incomodidad que nos une a todos, pero que nadie sufre como yo.

Dependiendo de los trenes, la cosa no mejora demasiado y en aviones, peleas por conseguir asientos de ancho especial… porque resulta que las/los curvis somos especiales. ¿O quizá somos espaciales? Porque ocupamos parte del espacio vacío o aéreo, gratuito, que deja nuestro asiento. 

Hace unos días unas chicas fueron obligadas a pagar dos asientos para poder viajar en bus, debido a su sobrepeso. Entonces…: ¿Los delgados deberían pagar medio? ¿Los niños sólo pasillo y limpiar las huellas de sus zapatos? Los impertinentes y ruidosos que paguen por las molestias, los silenciosos que vayan gratis por no molestar, el conductor que pone música que no a todos agrade que nos rebaje el precio a los rockeros, el que huele a sudor que sea expulsado por guarro y la que apeste a colonia que vaya en asiento herméticamente cerrado. 

Y por supuesto que revisen el contenido de los bocadillos que suben los viajeros porque se mezclan las alergias alimentarias, veganos, vegetarianos y demás. 

Y digo yo: o cabemos cómodamente todos o no cabemos ninguno.

Mientras tanto a joderse: viajeros vayan subiendo y acomódense!