Si, me considero un superviviente. Porque durante muchos años tuve asumido que no sobreviviría a la cárcel. Estas palabras cierran el libro "Pájaros azules", que acabo de terminar.
La violencia se ha convertido en el eje central de gran parte de nuestra (des-)humanidad. Siempre dispuestos a discutir, a pelear, a partirnos la cara, abrir cabezas, pinchar con arma blanca, pegar un tiro, torturar, romper huesos, ensuciar el campo, escupir, insultar, rayar coches, hacer pintadas, apalear inmigrantes, quemar indigentes, tirar bombas, quemar montes, criticar, destruir la propiedad ajena, menospreciar a los vulnerables, no querer comprender o no querer saber para no tener que comprender.
El mayor acto de violencia es la ignorancia. Quizá por eso nunca he dejado de ser socrática.
La desactivación del radicalismo es una guerra de trincheras mentales... (David Saavedra)
Y en ese punto estoy, compartiendo trincheras, comprendiendo trincheras, sin ánimo de atrincherarme.
Quizá por eso nunca dejaré de ser estoica.
Animalizarte, renunciar a tu humanidad, convertir el odio en pura pulsión. Le pierdes el respeto a todo porque te lo han robado todo... (Santi Cobos)
Cuando hablo de todo esto, es difícil que el Otro entienda lo que me esfuerzo por explicar. Hablo de personas que no pudieron elegir (como ves, lo tengo claro querido amigo) yo que llevo la libertad por bandera y siempre a modo sartreano defendí los grilletes de la libertad.
Quizá por eso no puedo dejar de ser filósofa.
Mis respetos a todos/as aquellos que están luchando por salir de cualquier proceso de radicalización.
"Todo el que alguna vez ha construido un nuevo cielo, encontró antes el poder para ello en su propio infierno" Nietzsche
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