Mi vida, aún a riesgo de ser considerada obscena, es como una puta. Una puta que gusta de regalarme hermosas sorpresas, vestidas de liguero y tanga negro. Y así han aparecido varios días de mi vida: envueltos amablemente para ser disfrutados. Amigos que aparcan sus vidas, con generosidad, para dejar espacio a la tuya. Amigos que eligen sitio para cenar, organizan encuentros en sitios agradables. Amigos que sonríen porque quieren sonreír y se interesan sinceramente por tus proyectos y tu vida. Amigos que te ceden su cama, su colchón, su descanso, su espacio en el sofá. Amigos que improvisan una cena, unas cervezas, unas risas. Amigos que te invitan al paseo, a la crítica constructiva, al debate y al chiste. Amigos de café, de helado, de patatas compartidas, de silencios y compañía a pie de siesta en un sofá que te engulle como la mejor droga. Amigos de mariposas en la cabeza, en las cortinas y en el alma. Amigos de colores variados, de gestos cómplices, de manos grandes y pequeñas, de corazones que no les caben a veces en el pecho.
Amigos que cuando te acercas te abrazan apretado y cuando te marchas te aprietan abrazándote para que vuelvas, aunque sea para robarles su espacio, durante unos días, de nuevo.
Ni si quiera con palabras, a veces, soy capaz de expresar lo que siento. Gracias, amigos, amigas, gracias.
Amigos de besos en la mejilla, de calor y eternidad.
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