La honestidad genera desconfianza. Podría ser el eslogan de cualquier campaña pro democracia, pro fomento de empleo, pro educación y sanidad... La honestidad o simplemente la sospecha de que se pueda llevar a cabo algo sin engañar al prójimo y sin esperar nada a cambio. Lo hago por principios, por ideas, por humanidad, casi suena a risa. Aplaudo que un músico (Jordi Savall) rechace un premio merecido porque se lo otorga el mismo gobierno que está decapitando la música que le estremece; lejos de ir a recogerlo y montar un acto de protesta, brilla por la placidez con la que lo rechaza porque le duele la "grave incompetencia en la promoción del arte y sus creadores". Y a los ciudadanos que critican este acto de principios que les den porque no entienden nada.
Le reconozco también el mérito, aunque admito mi "todavía" desconfianza, a Podemos por el valor de ser diferentes, de ser públicos, de analizar con serenidad los problemas de este país y enfrentarse a la mayoría absoluta con una retórica digna del propio Gorgias. Son capaces, porque no son políticos sino ciudadanos cabreados, de poner patas arriba el sistema y dejar paso a la esperanza, son capaces de hacerse entender sin trabalenguas ni palabras biensonantes.
Dios guardián budista Niô en el Templo Senso-ji (Asakusa) Foto realizada por mi marido ¡que estuvo en Japón! |
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