Chaplin en su discurso final, entre muchas cosas, decía que hay sitio para todos, pero que "hemos perdido el rumbo."
Acabo de regresar de mis vacaciones. He estado viajando por el norte y este de España, observando y viviendo. Cada zona con su idiosincrasia particular, a veces no compartible, no se si por ignorancia o por desapego hacia el resto de los seres humanos. He observado en silencio las quejas que se repiten en cualquier parte acerca de lo que siempre molestan los demás. He decidido prestar atención a mis propias quejas también y parar. Por primera vez quizá, no he discutido ociosamente acerca de lo que me contaban, su opinión como ciudadano de un lugar determinado que se siente agredido por la masificación de turistas o inmigrantes o personas que sin más llegaron desde algún sitio (nadie sabe por qué o no quieren saber), no iba a cambiar con un conflicto dialéctico. Y quizá mi opinión tampoco, porque siempre pensé como los estoicos que somos ciudadanos del mundo. Siempre pensé como Chaplin que "la tierra es rica y puede proveer a todos". Y que en el término medio está la virtud y que seguro que no es tan difícil acercarse a ese término medio y hacer del mundo un espacio de todos, respetable, justo y amable. Para eso tenemos que darnos cuenta de que "pensamos demasiado y sentimos muy poco" y que la inteligencia no sirve de nada si no hay humanidad.
Quiero decir que gracias a la observación silenciosa también he podido darme cuenta de que hay muchas personas amables, sonrientes, que hacen todo lo que pueden e incluso lo que no pueden por los demás. Seres fantásticos que siempre han estado en el camino y que me ha costado escuchar, que hacen lo que pueden desde su sitio y que dejan también hacer a los demás sin conflictos, sin valoraciones. De estos últimos seres quiero formar parte, sin lugar a dudas.
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