Hay tantas cosas que no sabemos. Joder, hay tantas cosas que no sé. Hoy me he dado cuenta una vez más, a modo sofista, que el lenguaje es un elemento indispensable para el conflicto, pero también es un instrumento inevitable para conseguir el encuentro fundamental con uno mismo. He estado tomando un café, primero con una alumna luchadora que ha tomado a su corta edad grandes decisiones, porque ha descubierto que estar en esta vida y en este mundo es un extraordinario regalo y que merece la pena el esfuerzo. Más tarde otro café con un alumno que andaba necesitado de tomar café, mientras alguien escuchaba con atención cómo ponía voz a todos los pensamientos que llevaba acumulados y empujaban por salir.
Y en esta agradable sentada que he disfrutado junto a ellos, he descubierto lo difícil que es aceptarnos, asumir los errores y discutirlos para demostrarnos que efectivamente son errores y que no pasa nada. He descubierto que soy bastante inútil para comprenderme, que somos bastante inútiles para comprendernos. Hemos descubierto que nada está decidido, que podemos cambiarlo.
Una alumna valiente que ha decidido que no quiere ser infeliz, que no va a conformarse, que va a sonreír todo lo que sea posible sonreír y que se va a reír a carcajadas de sus idioteces. Un alumno valiente al que esta tarde he visto brillar, satisfecho de haber descubierto que puede cerrar los ojos y descubrirse un poco más.
Agradecida al lenguaje que nos ha permitido hermosos encuentros esta tarde, agradecida al lenguaje que nos ha permitido enormes confusiones y aciertos. Agradecida.
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