Tenemos un sistema educativo poco exigente con la calidad del producto que vende y demasiado preocupado por la cantidad de contenidos que es capaz de poner en el mercado.
Tenemos un ejército de docentes que caminan al unísono cuando la administración da la palmada y no se preguntan hacia dónde van. Para quienes en algunas ocasiones la creatividad y la pasión son incompatibles con mejorar su cualificación profesional.
Tenemos estudiantes perezosos que esperan tener éxito como el que espera ser correspondido con un gran premio de la lotería de navidad y resolver así una vida entera. Desconocen la raíz del esfuerzo.
Hoy me he preguntado para qué sirve la escuela y si es necesaria su existencia.
Demasiado teórico de la educación, demasiado innovador y poca investigación real. Y así se acaba siempre haciendo lo mismo, aunque no funcione.
En todo lo que investigo aparecen como en un saco roto la memoria, los conocimientos, la tecnología, la clase magistral... Y ¡hagan sus apuestas!, cuando no sobra nada. Van de la mano la inteligencia y la creatividad, las competencias y los conocimientos. Los gurús innovadores hablan por hablar.
La escuela tiene que servir para todo y para todos, no hay límites a todo el provecho que podemos sacar de ella. No pretendan poner cepos en el único espacio libre de eruditos y charlatanes, que opinan de educación, como si de la verdad absoluta se tratase.
La escuela sirve para aprender, escuchar, escribir, estar, ser, reír, nacer, llorar, imaginar y morir incluso un poco más cada día que nos hacemos conscientes del milagro de su existencia.
Bienaventurados los que no saben de todo e intentan vencer su ignorancia.
Bienvenidos todos y todas a la escuela cada mañana.
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