martes, 22 de diciembre de 2020

La cicuta de los justos

 Y Sócrates bebió la cicuta sin huir y en ese instante supo que la cicuta sabe a libertad.

Me he levantado temprano, deseando echar un pulso a la vida esta mañana. Débil, la noche siempre se me antoja como un montón de debilidad. Cierro y abro los ojos en una semioscuridad que me intranquiliza. No sucede nada cuando duermo. No sucede nada cuando despierto.

Está amaneciendo, la tendinitis ya ha puesto límites a mis alas, escribo entre cada punzada incrustada, en este cuerpo herido, que me perseguirá hasta la muerte. 

Lleno la copa hasta arriba y brindo, con Sócrates, por la justicia y la libertad. Y saboreo la cicuta como el maestro, esperando en algún instante de mi vida saberme justa y libre de verdad.  


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