Hoy, hace treinta días que murió Elisa, mi madre y el amor que siento por ella me obliga a hacer un homenaje a su recuerdo imparable.
La recuerdo dormida, tal y como me despedí de ella en la cama del hospital tras su muerte. La recuerdo a mi lado, siempre estaba a mi lado. La recuerdo incansable en su quehacer y en su existencia. Mi apoyo y mi aliento en cualquiera de los momentos en los que me ha golpeado la vida y en los que me ha sonreído también. Siempre fue mi compañera, la mujer incondicional que paseaba a mi lado, a veces sin preguntar. No puedo recordar cuántos cafés tomamos juntas, cuántas mañanas de escapada por cualquier lugar para tomar café y hablar de lo puta y lo hermosa que es la vida. Ahora que estás muerta, madre, solo me parece puta.
Recuerdos, ella siempre traía a nuestra mente recuerdos. Creo que el pasado nunca supo abandonarla y yo aprendí a alimentarme de sus historias. Todas las personas que pasaron por su vida se han quedado ya guardadas en la mía y creo que no podré evitar que vayan saliendo de mis manos, como hoy, entre estas teclas, sale ella.
Murió al amanecer, quizá por eso hoy desperté sintiendo que estaba a mi lado.
Murió y yo sigo existiendo y mi aliento y el latido de mi corazón, hoy brindan por ella y su recuerdo.
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