Soy profesora de instituto y al comienzo de la programación didáctica que estoy redactando, he incluido esta reflexión en voz alta:
A quien llegue a leerlo y pueda interesar: Antes de comenzar a redactar esta programación, quiero dejar constancia, a nivel global, de algo que me parece primordial en educación y es la pérdida de tiempo a la que estamos sometidos. Las horas que voy a dedicar a redactar esta programación, son parte de esa pérdida de tiempo y desde luego, confieso que la haré de manera superficial y de muy mala gana, porque este cometido no me interesa lo más mínimo. Pueden, por lo tanto, suspenderme en programación didáctica, lo asumiré.
Año tras año y ley tras ley, pocas cosas han cambiado y de manera muy lenta. Quiero dejar también constancia y ahora a un nivel todavía más personal, que trabajo por competencias desde el año 1992 que ingresé en la enseñanza pública y lo que ahora parece un descubrimiento, entonces era tachado de pedagogía moderna. Siempre llegamos tarde y llegamos mal. Quizá el problema es que nunca ha dejado de ser enseñanza y nunca ha llegado a ser educación.
Les aseguro que esta nueva ley no va a obligar al profesorado a trabajar por competencias, ni les va a hacer mejores profesores, solo cada uno de ellos puede hacerlo, nunca la ley. Hay una canción de mi rockero favorito, Loquillo, que dice “luché contra la ley y la ley ganó”. Hoy quería practicar la desobediencia civil, pero creo que nadie entendería por qué y aquí estoy.Aprendí de los estoicos a aceptar lo que no se puede cambiar y honestamente es lo que estoy haciendo. Por eso, me he sentado con tristeza ante el ordenador con el DOE, BOE y mil instrucciones que no entiendo y que, les aseguro que para ser una buena profesora, no necesito entender.
Estoy derramando palabras, esas que tanto amo en un folio en blanco y creo que solo significan algo para mi.
Esta cansada y valiente filósofa, si pudiera dejar de hacer lo que tiene que hacer, iría a las barricadas. No obstante, quizá vaya después.
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