Besé a mi madre muerta.
Hablé muy bajito en su oído derecho, sabía que cuando uno muere se agudizan los sentidos y por eso repetí como un mantra: te quiero madre, te quiero madre, buen viaje. No lloré a su lado, no se murió sabiendo de mi tristeza, solo sintió mis besos por su cara y mis palabras. Agarré su mano herida de hematomas y hablé con ella como siempre. Recuerdo que estaba a punto de salir mi primer libro, era una sorpresa que tuve que desvelar, porque tenía que marcharse, y estoy segura de que se emocionó conmigo.
No sé si será cierto que cuando vas a morir toda tu vida pasa por delante, mientras mi madre moría nos atravesó a modo de estrella fugaz toda la vida con ella.
He dicho a mi madre infinitas veces que la quiero mientras vivía, también se lo dije infinitas veces mientras moría.
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