Asisto desde hace tiempo al espectáculo de la vida. Decidí sentarme en la primera fila para disfrutar sin interrupciones ni sombras de todo y no perderme los trucos de magia que pudiesen confundirme.
He visto el declive de la humanidad, reflejado en las caras de malabaristas y payasos incansables que hacen retumbar sus bocinas para crisparme los oídos. He visto que ya se mezcla la normalidad con la inmoralidad, lo común con lo irracional, lo surrealista y la estupidez humana.
Unas veces, detesto a gran parte de los seres humanos con los que convivo; otras siento compasión por su falta de principios y esa ignorancia tan atrevida que resulta cómica. Inexplicablemente casi todo el mundo se esconde, baja la cabeza, deja que otros se erijan en tutores y verdugos de sus acciones y sus palabras.
Nunca aprendí a cortar cabezas, por eso les dejo que sigan existiendo. Cada uno, cuando llegue el momento, verá rodar la suya, cayendo de la guillotina que han construido con su necedad. Me pido cortar la mía si fuera necesario, porque también soy imperfecta, aunque nunca dejé de ser humana.
Asisto en los últimos días al circo de la vulgaridad, el insulto y el desasosiego espiritual. Sigo en pie, porque decidí hace tiempo no ponerme de rodillas. Y además, hay muchos que siguen en pie conmigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario