El Capitán América, representa a un hombre valiente, no el más fuerte ni el más listo, parece representar a un hombre que tiene el corazón en su sitio y toma las decisiones más acertadas para contribuir a la protección de un mundo, que debería de ser cada vez más libre.
Su escudo es símbolo de justicia y patriotismo. Justicia como equilibrio entre todos los seres humanos que pueblan este planeta, este mundo, este país. Patriotismo como amor a la patria, sin banderas, sin ideologías, como la búsqueda del Bien Común aristotélico o la unión, sin fisuras partidistas, de los habitantes y su país.
Se han atrevido a llegar hasta mi puerta todos estos panfletos, en los que leo lo mismo: Yo acuso a otros de su ineptitud, de su falta de gestión, del diálogo inexistente, de la división y la pobreza de mi país, de la radicalidad, de que no han cuidado el bienestar de las familias, ni de los trabajadores. Yo prometo que haré las cosas de otra manera, que habrá ley y orden, que honestamente lo haré mejor que otros o que antes, que las mujeres dejarán de morir gratis, que apostaré por energías renovables y medioambiente y además uniré, sumaré, avanzaré o trabajaré para la unión de todos los ciudadanos sin distinciones.
Ibáñez, podría haber dibujado para la ocasión a un Mortadelo disfrazado de Capitán América, que con esa torpeza y sucesos encadenados que le caracterizan, lucharía por un mundo que seguramente habría acabado explotando con una buen carga de TNT.
Y entonces, queridos ciudadanos, ni urnas, ni votos, ni banderas, solo BOOM y el final.
Y después todos corriendo tras Mortadelo, para dar caza a alguien que se responsabilice de tanto desastre.
(Me he permitido la osadía de dibujar a Mortadelo disfrazado de Capitán América. Va por ti, Ibáñez, siempre agradecida por ese tiempo que nunca perdí con tus comics)
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