domingo, 16 de febrero de 2020

Cada día que vivimos

The Polers.
Me gusta la gente. Ayer fue un día de mucha gente. Personas diversas, van siempre de la mano construyendo cada día que vivimos. Difícil salir de esa compañía humana, difícil abandonar la necesidad de estar rodeados de seres humanos. No hay silencio. Nunca hay silencio. Hasta la noche escupe ruido sin parar, cuando no sabe si estoy escuchando.
Familia planificando una salida, encuentros intermitentes y hermosos en cualquier tienda de la ciudad, en cualquier calle paseando, a viva voz en cualquier bar. Acabamos cantando, con mucha gente, en un concierto, donde siempre se espera a alguien. Desconocidos que coreamos un mismo ritmo, melancólicos, sudando, sonriendo incansables sin más. Suena Loca de Luz Casal y me emociono. Sale Janes Joplin del torrente de música que esconde mi amiga en su garganta. Estamos todos los necesarios. Algunas historias latentes en las fotos, grabadas en la retina y en el móvil. Detrás de la cámara más gente importante, algún superviviente de su propia tragedia. Siempre quedarán cadáveres por el camino que no podremos recoger. Pero siempre estamos todos.
Músicos en pie de guerra, apasionados, sin miedo. Madres que parieron hijos incombustibles, hijas que tienen padres incansables, amigos que respiran para siempre a tu lado, conocidos sinceros que acompañan tu cerveza y actualizan el paso del tiempo muy despacio. Maridos cálidos y cómplices, instrumentos acoplados, compañeros de viaje siempre.

viernes, 31 de enero de 2020

"Mis filósofos"

Miguel, Nico, Irene, César, Ángela, Sara, Libertad, Elena, Manolo

En estos días, en estos segundos o en estos tiempos inexistentes que se arrastran, caminan, corren o vuelan, me he encontrado con la penúltima raza auténtica de filósofos sobre la faz de la tierra. Son mis filósofos, nueve alumnos incandescentes, rebosantes de energía, que me esperan tres días en semana como manda su horario. Son mis filósofos, nueve alumnos abonados, siete días a la semana a esa tertulia filosófica de pasillos, café o wassap, de la que una no puede desprenderse cuando cae en sus redes. Son filósofos y sonríen, porque a diferencia de pesimistas existenciales o románticos, han descubierto que filosofar les aproxima a la realidad y es motivo suficiente para sonreír. 
Libretas de colores llenan nuestros apasionados encuentros, cual amantes clandestinos que abrazan su ser y su tiempo en los rincones que les permite encontrarse el amor. Libretas vacías que al ir descubriendo lo que es el vacío, han decidido llenarlas de palabras, a veces vacías también. 
Se me eriza la piel al escucharles. Hablan como si yo no estuviera, y a mi que me gusta desaparecer, pues perfecto. El arte del diálogo en el espacio que compartimos se transforma en algo que roza lo divino y acaba siendo solo humano. A estas alturas ya han descubierto que mucho de lo que somos es solo eso, casi nada. Ya van sabiendo que la vida es solo vida, que lo demás son adornos, que cambiamos, que hay que dudar cartesianamente de todo, que no queremos ser perfectos y que cada mañana al levantarnos podemos agradecer la existencia sin lugar a dudas.  Y seguimos adelante, cómplices incansables, filósofos, amigos. 


miércoles, 22 de enero de 2020

Sola


Solo puedo ser, sola. Despertar sola, despedirme y recibirte sola. 
Subir y bajar, pequeña y sola. Agarrarme a tus brazos enormes y fuertes, esconder la nariz en el hueco de tu cuello, como siempre, y sola.
Sola, despacio o deprisa, sola. Con el corazón latiendo y llorando de risa. Comiendo sola, bebiendo de las olas de mis mares en invierno, cagando el tiempo de deshecho y sola. Y follándome a la vida, por puta y por loca, por despiadada y eterna, por estar llena de borracheras y vomitonas en callejones oscuros, donde  apenas queda espacio para ella. 
Sola escribo y tiemblo, meciéndome en la invisible imagen que da vueltas por mi cuerpo. Desnuda, sin sueños y llena de casi todo lo que no importa y sola. Durmiendo y muriendo sola.
A veces me rindo, rindiéndome sola. A veces lucho. Y lucho sola. A veces me miro en los ojos de nadie. Y suenan carcajadas cuando no me veo y se que hago un gesto cómplice hacia mi misma.
A veces corro sola en un espacio insuficiente. Brillo sola y me equivoco sola.
Ser solo. Ser sola.

jueves, 5 de diciembre de 2019

La educación y el Otro

Hay muchas cosas que no entiendo. Lo cierto es que intento comprender las situaciones que van apareciendo en mi vida con la mejor actitud posible, pero no siempre lo consigo y no siempre lo veo con claridad. Se podría decir que me acompaña permanentemente una gran dosis de ignorancia que no me molesta del todo, porque me hace más fuerte y más curiosa.
En estos días ando exprimiendo con "mis filósofos" la visión del Otro y no he podido evitar analizarme como Otra. Desde luego no he llegado a esa terrible conclusión de Sartre "el infierno son los demás", pero si me he dado cuenta de que para muchos el enemigo, desgraciadamente, es el Otro.
Yo no trabajo, yo disfruto. La educación se ha convertido para mi en un regalo inesperado. Cuando me pongo delante de los alumnos, dispuesta a enseñarles algo rozo el éxtasis, se que a veces se inundan mis ojos de lágrimas por las emociones que experimento con ellos. Miro sus caras, sus ojos curiosos, esperando aprender algo diferente y es fantástico descubrir que puedo enseñarles algo. Me siento tan responsable de su aprendizaje que no puedo parar de investigar para no ser el enemigo. Esta Otra que soy yo para ellos va en son de paz, poniendo a su disposición todos los conocimientos que poseo y todas las habilidades que sigo, a día de hoy, investigando.
No puedo entender que todos los docentes del mundo no se den cuenta de la magia que podemos desprender dentro de un aula. Cada vez que sacamos un conejo de la chistera en forma de ecuaciones, fórmulas, poemas, filósofos o música, ellos están ahí dispuestos a atraparlo todo y a abrir la boca con una sincera admiración. Tenemos el poder de conquistar a esos "locos bajitos" y solo tenemos que hablar.
Ayer les dije a mis chicos que tengo varios principios desde que empecé en esto de la educación y uno de ellos es que cuando agarro el pomo de la puerta para entrar en un aula, todas mis mierdas se quedan fuera. El Otro que no es la profesora de filosofía o de ética se queda fuera, porque no sería justo que entrase conmigo a reventarme la clase.

viernes, 1 de noviembre de 2019

Día de santos

En Ruanes un día de familia, migas y sol
Las mejores reuniones tienen lugar cuando no son planeadas. Hoy hemos jugado con la improvisación, desde que nos hemos encontrado en el cementerio de Ruanes, hasta que nos hemos despedido a media tarde.
En el cementerio, visita obligada por ser hoy el día de todos los santos: flores, velas, recuerdos, echar de menos a los que se fueron y a los que no pueden estar. Repasar las lápidas, como si en esa búsqueda pudiésemos borrar los nombres de nuestros muertos y resucitarnos. La familia siempre imprescindible y adorable. Esa familia que aunque esté lejos y tengamos que reconocernos de nuevo, te abraza como si te hubiese visto ayer.  A continuación cerveza en el único bar del pueblo. Añoranzas, correr para ver quien paga primero, sin pereza por pagar. Generosos con su tiempo y sonrientes. La segunda parada son unas riquísimas migas para que coma todo el pueblo y que permiten que comamos en familia, con los nuestros, con los amigos y conocidos de siempre, que deciden volver en estos días de recuerdos.
Una foto sincera. Los que no están se presienten en algunos rostros. Un café variado para terminar la tarde y buena conversación. Hablamos de las raíces, de los nuestros, de lo bien que estamos a pesar de los años, de que en esta familia hay buenos genes y como dice Mariti, hay buena gente.
Hemos quedado dentro de un año en el mismo sitio. Hasta entonces.

domingo, 1 de septiembre de 2019

Bailar en verano

Este verano las grandes cosas de los pueblos me abrazan y agradecida me dejo simplemente abrazar.
The Polers
Anoche pude disfrutar de un hermoso concierto, el primero de The Polers, en la plaza del pueblo. Resonaba en mi cabeza aquella de Tequila: vamos a tocar un rock and roll a la plaza del pueblo... y hubo algo de rock and roll. 
La selección musical, estupenda. La música sonaba bajo las estrellas, entre estrellas. Olía a cerveza, a verano, a personas recién salidas de la ducha, vestidas y preparadas a conciencia para  la ocasión. Hacía días que no pasaba por allí y escuché mi nombre y recibí abrazos de la gente estupenda de este pueblo en el que prácticamente estoy siendo pedagógicamente adoptada y amablemente aceptada.
Olía a noche de verano de finales de agosto, a las últimas terrazas que apuran el último público del verano. Olía a despedida de estudiantes que regresan a la universidad, a lágrimas de padres que están llorando ausencias inmediatas. El aire tenía un sabor nocturno, era una de esas noches en las que no te importa si se para el tiempo porque todo está bien. Alguien te invita a lo que estás bebiendo sin previo aviso, alguien te toca el hombro y te cuenta cómo le ha ido el verano y qué alegría verte de nuevo de vuelta un curso más. Alguien siempre extraordinario te lanza un beso desde lejos o se queda un rato a tu lado para contarte sus planes, sus sueños, sus días. Alguien graba y fotografía todo para recordar el éxito musical. Bailamos, suenan a coro los aplausos, suenan los amigos y amigas que se han congregado en ese leve espacio del que de una forma casi mágica no podemos salir, no queremos salir. Hay resistencia a que llegue el final.
Y un día de estos nos tomamos unos cafés y charlamos porque nos echamos de menos. Gracias.

domingo, 25 de agosto de 2019

Morir en verano

El verano es una época pesada para morirte. Hace demasiado calor para morir y demasiado calor para que las personas que van a acompañarte se tengan que desplazar, llorar y sudar sin parar. Los días de verano encierran esa pereza infinita que yo estimo que es inapropiada para morir. 
Y sin embargo, hay personas que mueren en verano. Las estaciones del año ni entienden lo que es la pereza, ni lo  que es inapropiado y en definitiva, no entienden lo que es la muerte.
Lo vivido hace unos días, me ha hecho ver una vez más que el ser humano es extraordinario, imprevisible y generoso, incluso ante la muerte. ¿Qué será estar muerta?. ¿Qué será morir sola?. Ahora se que, al menos en nuestros pequeños pueblos extremeños, nadie muere solo. He visto como en un instante y sin previo guión los habitantes de un pueblo han llevado a cabo todo lo necesario para que el camino de aquel que inesperadamente ha muerto sea más fácil para todos, para el muerto, para los ausentes, para los que han de venir y adaptarse al clima funerario, para los que habrán incluso de morir algún día. 
Alguien muere y entonces todo sucede sin más: alguien llama a un médico, alguien cierra las puertas y baja la persiana, alguien se pone en contacto con la familia que está lejos, alguien consigue hablar con el cura, alguien trae agua fresca y vasos y fanta... porque el día de calor es terrible, alguien saca sillas a la puerta para los acompañantes, muchos lloran, alguien se ofrece para lo que haga falta, alguien cocina por si se necesita comida, todos esperan en voz baja a que lleguen los familiares y consolar su llanto inconsolable. Alguien muere y todos van a una desde el principio hasta la despedida final en el cementerio. Porque además y a pesar del terrible calor todos van caminando detrás del coche fúnebre para dar el último adiós.
Mi padre dice que donde está la muerte está la vida. Así es sencillo vivir y morir. Gracias.