Estoy sentada en una silla de madera, en la sala de espera de este hospital.
Las salas de espera, son espacios en los que el dolor, quizá como lo sintió el mismo Epicuro, vive a sus anchas.
Hace frío, el invierno y el dolor hacen que ese frío se instale en los huesos. No nos conocemos, todos esperamos, porque aquí se viene a esperar y a desesperar.
Nos miramos a los ojos, imaginando cuál es la desazón del Otro, cuál la enfermedad que le ha traído aquí, o la persona querida de la que espera noticias.
Aquí venimos a sufrir y a descubrir que vivir no es gratis, es esperar.
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