viernes, 18 de septiembre de 2020

Cuidar de los otros

Espectadora activa. La vida en los hospitales transita sin descanso por pasillos que parecen más largos que los metros reales que ocupan. Personas de colores vacían cuñas, extraen sangre, reparten calmantes, goteros, comidas, limpian incansables baños y habitaciones. Colocan, a modo de magos expertos, las sábanas limpias levitando al enfermo que cae de nuevo en su cama renovada. Caminan deprisa y supongo que a veces cansados. Escuchan todo tipo de quejas, peticiones, exigencias e historias. La mayoría sonríe, porque no hay nada más reconfortante que hacer, ni más inútil. Observo y todo es efímero. Van pasando los días en un tiempo que se hace rápido y pausado. Amanece, llueve, pasan las nubes por delante y por detrás, cae la larga y agotadora noche que parece no querer dejar volver al amanecer. Todo el mundo habla de cualquier cosa. Pocos guardamos el silencio que corresponde a un lugar de culto al recogimiento y al dolor. Sonoras puertas y paredes, visitas de paso que dejan un rastro de chismes y conclusiones. Teléfonos que pitan, que vibran, que gritan agotadoramente y que nos despiertan con violencia del letargo hospitalario. Cuidan de los otros, sin más. Llevan sus nombres escritos, pero no se presentan, ni se nombran. Pasan sin llamar, hacen su tarea y salen. Cambian los turnos, pero parecen todos iguales. Cuando entran por la puerta ya saben como se llama cada enfermo. Comprendiendo que son anónimos he entendido lo que hacen: cuidar de otros. Porque alguien tiene que hacerlo. Al fondo del pasillo, para más inri, además habita el Covid.

domingo, 30 de agosto de 2020

Un domingo de agosto: hoy


                                                                                                                                                                Último domingo de este mes de agosto y el virus que vino para quedarse sigue desgarrando. Me he levantado creyendo que el final del verano ya está cerca y que tendrán que volver las cosas de siempre. Y no me importa que vuelvan.

Supongo que es necesario recorrer de nuevo cada paso recorrido una y otra vez, aunque nunca sea la misma pisada ni el mismo camino. 

Me he levantado temprano, aunque dios no me ayude, casi siempre lo hago. El  viento fresco que me lava la cara por la mañana reactiva el flujo de mi sangre. Las venas empiezan en ese mismo instante a latir por mi cuerpo y bombean mi corazón y me atrevería a decir que también mi alma.

Y hay algunas cosas: el olor del té y de esa crema de arroz que me acompañan mientras escribo, el ruido de fondo que atraviesa la ventana, algún coche despistado, tengo algunos mensajes en el móvil de amigos eternos y de los que transitan en breves momentos por mi vida y a veces buscan quedarse o marcharse. Suenan pasos silenciosos por la casa, que no son pasos, sino pequeñas carreras al baño para no despertar al sueño intermitente. Mi vecina que habla por teléfono muy temprano, tengo frío en las piernas porque aún no me he vestido y entra el aire a su antojo y me despierta. Hay demasiadas cosas en este salón y reconozco que muchas veces recorro cada objeto con la mirada para recuperar el aliento de lo vivido y saltar hacia adelante. Creo que a veces me caigo en ese salto y retrocedo y caigo hacia atrás. 

La señora mayor tirando migas de pan a los pájaros me despista y me obliga a darme cuenta de su soledad y de la mía. 

Me he comprado unas zapatillas con fresas para estar en casa y me divierte mirar mis pies.

Escribo y respiro. Respiro escribiendo. Feliz domingo de agosto.



viernes, 14 de agosto de 2020

Aprender a morir

     Las campanas que tocan a muerto tienen una vibración y un murmullo metálico que las hace únicas. Las he escuchado a lo largo de mi vida en aquellos pueblos en los que he tenido el placer de vivir o transitar. Tienen un ritmo pausado que sin darte cuenta te susurran que alguien ha muerto y sólo tienes que salir a la puerta y preguntar para saber quién es el elegido por la parca.

    Se inicia entonces un correveidile único y muy organizado por calles y barrios, para llevar a cabo las averiguaciones necesarias: el quién, cómo y dónde, son las preguntas obligadas para el ritual funerario que se inicia en ese momento.

No me gustan los tanatorios, creo que morir en casa es el premio definitivo a cualquier existencia. Vivir en el lugar en el que un día morirás. Morir en un instante y en el lugar donde has vivido siempre. No sé, pero creo que, seguramente, morir sea solo eso, morir. Y vivir sea solo eso, vivir... aunque no alcance del todo a entenderlo.

Cuando repiquen las campanas, creo que sabré si estoy viva o muerta.

Y dicen que esparcirán mis cenizas sobre el mar, mi aliado permanente en mi periplo por la vida. Quizá en la caída sobre el mar, reciba el oxígeno necesario para alimentar mi alma. Mi alma, mi aliento. Cierro los ojos y hay nada.

 Es curioso, apenas estoy aprendiendo a vivir y tengo que aprender también a morir inevitablemente. 



martes, 4 de agosto de 2020

¿Para qué sirve la escuela?

Discrepo de eruditos y charlatanes de la educación y no me estremezco al decirlo.
Tenemos un sistema educativo poco exigente con la calidad del producto que vende y demasiado preocupado por la cantidad de contenidos que es capaz de poner en el mercado.
Tenemos un ejército de docentes que caminan al unísono cuando la administración da la palmada y no se preguntan hacia dónde van. Para quienes en algunas ocasiones la creatividad y la pasión son incompatibles con mejorar su cualificación profesional.
Tenemos estudiantes perezosos que esperan tener éxito como el que espera ser correspondido con un gran premio de la lotería de navidad y resolver así una vida entera. Desconocen la raíz del esfuerzo.
Hoy me he preguntado para qué sirve la escuela y si es necesaria su existencia.
Demasiado teórico de la educación, demasiado innovador y poca investigación real. Y así se acaba siempre haciendo lo mismo, aunque no funcione.
En todo lo que investigo aparecen como en un saco roto la memoria, los conocimientos, la tecnología, la clase magistral... Y ¡hagan sus apuestas!, cuando no sobra nada. Van de la mano la inteligencia y la creatividad, las competencias y los conocimientos. Los gurús innovadores hablan por hablar.
La escuela tiene que servir para todo y para todos, no hay límites a todo el provecho que podemos sacar de ella. No pretendan poner cepos en el único espacio libre de eruditos y charlatanes, que opinan de educación, como si de la verdad absoluta se tratase.
La escuela sirve para aprender, escuchar, escribir, estar, ser, reír, nacer, llorar, imaginar y morir incluso un poco más cada día que nos hacemos conscientes del milagro de su existencia.
Bienaventurados los que no saben de todo e intentan vencer su ignorancia.
Bienvenidos todos y todas a la escuela cada mañana. 

lunes, 13 de julio de 2020

Tuneadora busca ...


Tunear mascarillas se ha convertido en una afición en esta anormalidad forzada en la que estamos inmersos.
Flores, calaveras, un loquillo y hoy un trébol de cuatro hojas. Todas ellas me están ayudando a narrar, sin yo haberlo pensado, el tiempo que estoy viviendo.
Me he preguntado el motivo de mis dibujos, pero no encuentro nada. Solo cojo la mascarilla nueva y dibujo el instante de coger la mascarilla. 

Es tiempo de esconder, obligatoriamente, nuestras expresiones faciales, nuestras sonrisas, nuestros gestos inapropiados y generosos. Quizá descubramos que una mirada vale un potosí y que la cara es el espejo del alma y nos demos por fin contra ese espejo revelador. O nos rompamos la cara...

Ahora nos miramos y nos descubrimos en otros mirándonos más y mejor que nunca. La pupila nos acerca, rompiendo esa distancia programada, decretada y multada, que respeta nuestro espacio vital.  Ahora que nadie invade mi zona de confort, busco ser invadida por algún bárbaro atrevido que se acerque a hablarme más cerca o a tocarme un brazo, las manos, el cuerpo. Y hay una caricia perdida en el aire que respiramos con las bocas y fosas nasales cimentadas. Habrá que derrumbar la distancia de alguna forma.... 
De verdad, ¿nos miramos?
Me concedes esta mirada...

lunes, 15 de junio de 2020

Volver

Mis padres, Elisa y Diego.
El patio de mi casa... ayer fue particular y especial. Tres meses y medio sin ver a unos padres, es demasiado tiempo en una sola vida. Qué tontería, pero pensé en todos los abrazos y besos que ya nunca iba a recuperar y que seguro que algún día me harán falta. Hoy ya me están haciendo falta. Y lloré con la emoción del reencuentro, lloré porque mis ojos de nuevo me regalaban la presencia de mis padres tras el confinamiento. Lloré por todos los padres perdidos del mundo y porque yo, afortunada, estaba frente a los míos, sentada en una mañana de principios de verano, en el patio, al sol, como si el tiempo si hubiera pasado.
Y llegué como llegan los reyes magos, cargada de comida, de libros para esa curiosa lectora que hay en mi madre, de sandías y melones para el estómago de mi padre, de comida recién hecha y de cincuenta croquetas de bacalao que les debía y que habían sido motivo de risas en esos tres meses y medio. 
Y nos pusimos al día, si eso es posible. Repaso intenso por las vidas, las enfermedades y las muertes. Análisis político y económico de nuestros pequeños mundos, porque de los grandes no sabemos mucho. Cuidados intensivos, refresco y aperitivo. Subir la ropa de invierno al doblao porque ya estorba, cambiar una bombilla, la cafetera se rompió, el tiempo no perdona.
Mi padre me abrió la puerta sonriendo muy temprano y la volvió a cerrar 12 horas después cuando tuve que marcharme de nuevo. Pero ahora, puedo volver y el sábado vuelvo. Ya saben.. a por mis abrazos y mis besos.

domingo, 7 de junio de 2020

Mi filosofía de vida


 Hoy he tenido una experiencia, que muy bien podría acercarse a lo que voy a atreverme a llamar, éxtasis educativo. 
Las fotos que acompañan este escrito son la unión final, en un solo libro, de las ocho filosofías de vida que César, Sara, Miguel, Manolo, Elena, Irene, Libertad y Ángela, han escrito para mi. Yo soy la afortunada profesora de filosofía que este año ha recorrido a su lado un camino excepcional. Camino de confusión, dudas permanentes, incredulidad, pasión, aprendizaje, madurez, realidad, dolor, felicidad, muerte... uff... Un camino, como pueden imaginar, repleto de piedras en las que hemos ido tropezando sin descanso y sin caernos nunca del todo.
Su trabajo fin de curso era escribir su propia filosofía y lo han hecho; !joder, vaya si lo han hecho!. Chicos de 4º de la ESO han redactado un total de 60 páginas llenas de filosofía y de vida.
No me atrevo a llamarlos trabajos, porque han nacido de la pasión por aprender, libres de la carga evaluativa o numérica que yo pudiera asignar a su trabajo. Si fuese por la nota, les aseguro que se habrían despachado con un par de hojas.
¡¡¡Adolescentes sentados ante una hoja en blanco y filosofando!!! ¿qué estamos haciendo? 

César: "Una mentira es algo inventado, algo que no ha pasado, algo inexistente, así que se podría decir que no es real. ¿Por qué mentimos?"
Sara: "¿Qué es la libertad? ¿Cómo condiciona la sociedad mi libertad? ¿Cómo de libre soy de ser quien quiero ser? ¿Somos libres?
La libertad es la capacidad del ser humano de actuar según sus valores, criterios, razón y voluntad."
Miguel: "No nos queda otra que existir y convivir, e intentar hacerlo con amor y empatía hacia lo que nos rodea sin aires de superioridad ni sádicos espectáculos."

Manolo: "Pensar que somos débiles y podemos morir de cualquier forma, la mas tonta incluida. Y pese a eso, vivimos una vida llena de normas, de cosas que nos impiden hacer lo que querríamos de verdad."
Elena: "Y si me pongo a pensar en si mi realidad es cierta o no, me explota la cabeza, ¿qué otra realidad podría haber? ¿cómo será la realidad de una persona cercana a mí? ¿cómo será tu realidad?"
Irene: "Para mí la educación son aquellos aprendizajes que hacen que sepamos defendernos ante la vida y nos enseñen cómo ser más humanos."
Libertad: "Si necesitamos sentirnos queridos por lo demás, para ser felices, primero nos tenemos que querer a nosotros mismos, quiérete para que te quieran."
Ángela:Creer en el destino, no significa no luchar por lo que uno quiere, y esperar a que las cosas lleguen y sucedan, ya que a mi parecer este es el conjunto de todas las decisiones que voy a tomar en libertad"

Les aseguro que esto solo ha sido una pequeña muestra de lo que pueden llegar a hacer.

Y por todo esto, comprenderán que no pueda entender, que una vez más vayan a recortar en educación. Si nuestros chicos pueden ser grandes pensadores, grandes críticos, grandes ciudadanos: ¿por qué hacerlos pequeños?