viernes, 18 de septiembre de 2020
Cuidar de los otros
domingo, 30 de agosto de 2020
Un domingo de agosto: hoy
Supongo que es necesario recorrer de nuevo cada paso recorrido una y otra vez, aunque nunca sea la misma pisada ni el mismo camino.
Me he levantado temprano, aunque dios no me ayude, casi siempre lo hago. El viento fresco que me lava la cara por la mañana reactiva el flujo de mi sangre. Las venas empiezan en ese mismo instante a latir por mi cuerpo y bombean mi corazón y me atrevería a decir que también mi alma.
Y hay algunas cosas: el olor del té y de esa crema de arroz que me acompañan mientras escribo, el ruido de fondo que atraviesa la ventana, algún coche despistado, tengo algunos mensajes en el móvil de amigos eternos y de los que transitan en breves momentos por mi vida y a veces buscan quedarse o marcharse. Suenan pasos silenciosos por la casa, que no son pasos, sino pequeñas carreras al baño para no despertar al sueño intermitente. Mi vecina que habla por teléfono muy temprano, tengo frío en las piernas porque aún no me he vestido y entra el aire a su antojo y me despierta. Hay demasiadas cosas en este salón y reconozco que muchas veces recorro cada objeto con la mirada para recuperar el aliento de lo vivido y saltar hacia adelante. Creo que a veces me caigo en ese salto y retrocedo y caigo hacia atrás.
La señora mayor tirando migas de pan a los pájaros me despista y me obliga a darme cuenta de su soledad y de la mía.
Me he comprado unas zapatillas con fresas para estar en casa y me divierte mirar mis pies.
Escribo y respiro. Respiro escribiendo. Feliz domingo de agosto.
viernes, 14 de agosto de 2020
Aprender a morir
Las campanas que tocan a muerto tienen una vibración y un murmullo metálico que las hace únicas. Las he escuchado a lo largo de mi vida en aquellos pueblos en los que he tenido el placer de vivir o transitar. Tienen un ritmo pausado que sin darte cuenta te susurran que alguien ha muerto y sólo tienes que salir a la puerta y preguntar para saber quién es el elegido por la parca.
Se inicia entonces un correveidile único y muy organizado por calles y barrios, para llevar a cabo las averiguaciones necesarias: el quién, cómo y dónde, son las preguntas obligadas para el ritual funerario que se inicia en ese momento.
No me gustan los tanatorios, creo que morir en casa es el premio definitivo a cualquier existencia. Vivir en el lugar en el que un día morirás. Morir en un instante y en el lugar donde has vivido siempre. No sé, pero creo que, seguramente, morir sea solo eso, morir. Y vivir sea solo eso, vivir... aunque no alcance del todo a entenderlo.
Cuando repiquen las campanas, creo que sabré si estoy viva o muerta.
Y dicen que esparcirán mis cenizas sobre el mar, mi aliado permanente en mi periplo por la vida. Quizá en la caída sobre el mar, reciba el oxígeno necesario para alimentar mi alma. Mi alma, mi aliento. Cierro los ojos y hay nada.
Es curioso, apenas estoy aprendiendo a vivir y tengo que aprender también a morir inevitablemente.
martes, 4 de agosto de 2020
¿Para qué sirve la escuela?
lunes, 13 de julio de 2020
Tuneadora busca ...


lunes, 15 de junio de 2020
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Mis padres, Elisa y Diego. |
domingo, 7 de junio de 2020
Mi filosofía de vida
