martes, 15 de febrero de 2022

Amor y muerte

Con permiso de Bansky

Mi padre está en la UCI y mi madre ha muerto hace ocho meses. 

En estos últimos días, me han llegado dos preguntas esenciales y muy relacionadas con mi situación actual.

Mi hermana me preguntó qué versión tiene la filosofía de la procrastinación, porque la palabreja se las trae.

Respuesta: creo que la muerte para el filósofo no es trascendental. Solo es parte de la vida. En ese sentido carece de importancia morir. Solo se muere sin más, sin tanta tragedia ni afán de prolongar nada. 

Los médicos siguen poniendo vías y cables y oxígeno, procrastinando. Mi padre no pierde ocasión para quitárselo.

Después y a raíz del día de san Valentín, un querido amigo me preguntó acerca del enamoramiento. 

Respuesta: la atracción, el amor... para mi son lo mismo: solo palabras.

Ayer mi padre, entrecortadamente, me dijo que ya estaba cansado de estar solo sin mi madre. Me dijo que siempre habían estado juntos y que era con ella con quien quería estar. Miraba hacia arriba, porque si hay cielo ella solo puede estar allí, a la espera de que ella bajara a buscarle para seguir juntos. Me dijo que sentía dejarnos solas, pero que ya se quería ir. 

Esto es el amor, querido amigo, ahí tienes tu respuesta.

jueves, 10 de febrero de 2022

Expulsada por Descartes.

 

Debe de llegar el momento, en la vida de todo ser humano, en el que dejes de pensar en ti mismo definitivamente.

Mi hija me hizo esta foto hace unos días y aunque a simple vista es una foto espontánea y sin más pretensiones, me ha llevado a una reflexión profunda sobre mi misma y las últimas tristezas que me invaden sin descanso.

Me miro a mi misma desde detrás de mi y veo las canas que entre las mechas naranjas van cubriendo mi existencia. He vivido muchas cosas y esa posición de absoluto cansancio, me grita que toca descansar. Estoy cansada de mi misma, de mis indecisiones, de mis exigencias, de esos errores que no dejo de cometer aunque los reconozco cada día. Mirándome a mi misma descubro que soy nada. Mirándome a mi misma, descubro que solamente soy. Descartes me llamaría disidente y me expulsaría del jardín del racionalismo. 


sábado, 15 de enero de 2022

Murmullos

Ángel Alonso Salas

Ayer, mi querido amigo Ángel, nos contagió con sus murmullos. 

La casualidad, las sorpresas que da la vida y todo lo que me sigue regalando la filosofía, hizo que conociese a Ángel. 

Me invitaron a formar parte de un grupo de investigación de filosofía experiencial. Primero pensé, a modo de Groucho Marx, que nunca pertenecería a un club que admitiera como miembro a alguien como yo. Después, simplemente me quedé y he de decir que ha sido una de las acertadas decisiones de mi vida. 

Ayer de repente, él empezó a murmurar en nuestros oídos y entendí el éxtasis que pudo llegar a experimentar Sócrates con esos murmullos, con esa voz interior o daimon que sabiamente le aconsejaba. Y yo me encontré escuchando esos murmullos que él nos lanzaba desde México y se quedaban sus palabras y mi mente rumiaba y murmuraba a la vez. Y me cautivó. Sé que el escucha la soledad de desfavorecidos, de privados de libertad, de seres de carne y hueso marginados que otros están dispuestos a desechar, sé que habla de nosotros porque conoce con claridad la labor del filósofo. Y me di cuenta del valor de susurrar la filosofía, de hablar bajito de las grandes cosas, de escuchar a media voz al otro. Apenas recuerdo esta mañana todo lo que dijo, pero sigo en mi murmullo descansando del ruido.

Va mi agradecimiento a su presencia, a sus enseñanzas, a la generosidad que supone conocer sus pensamientos, al sonido de su voz que siempre aquieta mi alma cansada.





jueves, 6 de enero de 2022

Día de colada y mi madre

Mi colada de hoy. Mi patio
El patio de mi madre, pintado por mi hermana
Hoy hice mi primera colada, provisional, en mi nueva casa. Tendí la ropa y recordé lo mucho que le gustaba a mi madre la ropa tendida al sol. La tendía y al cabo de un rato largo, volvía sobre ella para darle la vuelta. Todo un ritual de higiene y blancura solar, que ningún detergente podría mejorar. Mi madre era única en ese juego programado de sacudir, tender la ropa estirada, dar la vuelta a las prendas, recoger y doblar a modo de plancha humana. 

He de decir que esta peculiar afición de mover la ropa, no la he heredado, gracias a dios. Me consta que mi hermana se ha sorprendido, pese a su resistencia, haciéndolo. Y he de admitir que, aunque no la heredé e incluso me parece algo improductivo, me proporciona cierto placer tender la ropa al sol y recrearme en el olor a limpieza que desprende. 

Sacudo la ropa con ímpetu, para anticiparme, en esa sacudida, al posterior planchado y eliminar las dobleces y arrugas. La coloco en las cuerdas con ese orden extraño que solo puede tener la ropa cuando se tiende al sol y pretendes que el sol la caliente y la ponga todavía más blanca y más limpia. Con el paso de los años, al lado de mi madre, la experiencia me ha demostrado que la ropa blanca al sol, se vuelve más blanca.

No sabía que mi madre me había enseñado a lavar la ropa, a tenderla, a recogerla y doblarla, antes de que deje de darle el sol.  

Voy de inmediato a recogerla, mamá. Nos vemos en el patio, entre los últimos rayos que acarician la ropa que hoy tendí para ti.


lunes, 3 de enero de 2022

Peluquería y café

    
Desde el cristal del mueble del salón, donde Eva puso un día esta foto, nos miras. 
Un sábado de peluquería y café en una terraza, era parte de esos momentos felices que nos gustaba compartir. Esta foto es el instante en el que te quise inmortalizar. Con un ¿no me decís nada? nos invitabas a adular un sábado más, lo bien que te habían peinado.
Hace un momento estaba cocinando, algo se derramó y dije: ¡ay madre!. Fui consciente, casi por primera vez, de esta exclamación al uso que tanto me reconforta y me eché a llorar.
Pasan los meses y no vas a volver. Y me pasan cosas y no te las puedo contar. Hay una parte de mi alma que sigue caminando sola desde que te has ido. Solo escribirte me permite ir aceptando tu ausencia, mi incansable lectora, mi admiradora incondicional. Mi acompañante en la cocina, en el paseo, en las rebajas, en el camino que empecé en tu vientre y que termina en tu mirada.
Te quise inmortalizar mamá, sin darme cuenta de que era imposible. Sin darme cuenta de que no era importante. Sin darme cuenta...

sábado, 18 de diciembre de 2021

¿Masturbarse está mal? y ¿filosofar?

 

Mis chicos de 1º bachillerato Sociales
¿A veces, no queda más remedio que mentir? ¿Robar algo de poco valor, está justificado? ¿Delatarías a tu mejor amigo, si hubiese infringido la ley? ¿Prevalecen las intenciones o las consecuencias? ¿Las personas gordas ligan menos? y ¿Masturbarse está mal?
La mayoría de los chicos, de 1º de bachillerato, que han llegado a mi este año nunca han dado ética ni filosofía. Eso significa, para los profanos, que nunca han debatido detenidamente, sobre cuestiones ni trascendentales, ni triviales. Nunca han dedicado un tiempo extra a analizar por qué piensan como piensan y qué valores o referentes conducen sus actos. Toman decisiones importantes, critican a los demás, se quejan, se pelean, desobedecen a sus padres, sufren por amor y desamor, mienten, beben alcohol, encubren a sus colegas, miran para otro lado, tiran papeles al suelo, usan el móvil para grabar lo que no deben y faltan a clase cuando hay exámenes o cuando no les apetece. Necesitan analizar y comprender por qué. 
En pleno debate 1ºCiencias
Por ejemplo, el pasado viernes, en uno de esos debates, una alumna tras aferrarse a defender una cuestión ética y moralmente indefendible, cambió de opinión. En ese instante, el valor de lo que hago con ellos se multiplicó y me dije: ¡Es cojonudo, Carmen! ¡Viva la filosofía, el pensamiento crítico y la madre que los parió! 
En la siguiente clase, él entró de nuevo cabizbajo, con cierta tristeza en su mirada y en su lenguaje corporal, no había hecho su trabajo sobre los valores que deben predominar en una sociedad y no me importó. Sabía que le pasaba algo, me senté a su lado y planteé un dilema moral al grupo. Llegó la magia y las preguntas y la curiosidad por participar del dilema le fue despertando y miró mis ojos y acabamos riendo y resolviendo de forma adecuada el conocido dilema del señor Heinz y cómo una clase entera no debe pagar el cristal que alguien rompió. De nuevo me dije: ¡Bienvenidos sean los dilemas morales que reactivan a los chicos!
Al final de la jornada, al recoger todas mis cosas y salir del instituto estaba segura de que la masturbación es algo natural, que todo el mundo hace, que los padres saben que sus hijos practican y que sirve para conocerse mejor. Supe que la filosofía, también: ¡Cojonudo Sócrates!






domingo, 5 de diciembre de 2021

Navidades con mi madre

No comparto la navidad, nunca tuvo para mi más sentido que el de ver llegar las vacaciones o los regalos extras. 
Este año es difícil para mi ver como llega, la espero escondida en mi tristeza y en mi misma, como una cobarde.
He descubierto que parte del espíritu navideño que he aprendido ha sido con ella: mi madre. A través de ella, cada navidad había un sitio en nuestra mesa para los que ya no estaban. 
Mi madre, recordaba villancicos viejos, conversaciones viejas, recordaba brindis, personas, historias. Era capaz de recordar el tiempo que hizo y lo que comimos cualquier navidad pasada. Repasaba los menús con la satisfacción sincera de haberlos disfrutado. 
Lo que más me gustaba, mamá, eran las notas que escribías en nuestros regalos de reyes. Escribía mal, quiso ser maestra y la vida y la educación de entonces no se lo permitió, por ser mujer. Dejaba notas en nuestros regalos, con esa letra redondeada y llena de faltas que siempre me parecieron deliciosas. Y así año tras año nuestros regalos los firmaba Baltasar, Melchor o Gaspar y en sus mensajes nos decía que el regalo estaba en camino o que los camellos se habían atascado. También nos decía que habíamos sido muy buenas y para que estuviésemos calentitas nos envolvía dentro un pijama. Y no faltaban nunca los paquetitos con  bragas y calcetines. Sea lo que sea que escondieran sus regalos, siempre acertaba.
La navidad para mi son nuestros zapatos bajo el árbol, mi madre contando como entraban los reyes magos por los balcones cuando vivíamos en Valencia, golpear el almirez o la botella de anís, comer cosas muy ricas e inolvidables, el champán que no me gusta y abrir cada regalo con la expectación de ser el mejor del mundo. 
La navidad a su lado dejó en mi un aprendizaje y construí también mi propia navidad: escribo mensajes en los regalos, ponemos los zapatos bajo el árbol y regalo bragas, calcetines y pijamas calentitos. Gracias mamá.