martes, 16 de noviembre de 2021

Aquello que nos ocurrió

 

Heidegger y Hanna Arendt

"Aquello que nos ocurrió". Con estas cuatro palabras se refiere Heidegger a la historia de amor con Hannah Arendt, quien entonces era su alumna y después fue un gran referente en la filosofía.

Y entonces han bombardeado a mi memoria esas historias intensas e incompletas que el tiempo a veces nos robó. También han aparecido las que han dejado huella, las que existen en este momento, las clandestinas, las erróneas, las radiantes y enamoradas. Están ahora en mi cabeza, mientras escribo, todas mis historias.

Y en un proceso que se me antoja interminable, van apareciendo todos aquellos que me han enamorado. Reivindico la necesidad de los amores de verano. Son los que han dado una chispa especial a mi vida: cortos, intensos y sin expectativas. Un hasta un próximo verano que quizá nunca llegó. 

Reivindico la importancia de enamorarse y desenamorarse en la juventud: divertido y con una alta dosis de crisis existencial que te fortalece para el resto de las relaciones. Cuántas veces dije que era el amor de mi vida...

Reivindico el sexo esporádico, la locura interminable de probar diferentes amantes, jugar con tu mismo sexo, descubrir lo que oculta tu subconsciente cuando dejas de pensar en lo correcto. Reivindico el placer de enamorarte con mariposas en el estómago, con apretones de mano a destiempo, besos a escondidas, masturbaciones en bancos, disimulados por la semioscuridad, en cualquier parque.

Os invito a recordar, pero solo lo que dura un instante.

Yo quizá había olvidado todo aquello que me ocurrió, tantos besos, tantos amantes, tanto sexo.... Hoy aquí lo he recordado, pero solo un instante.



martes, 9 de noviembre de 2021

Mamá

Eva ha subido esta foto a instagram, mamá. Estoy segura de que no habrías tardado mucho en sentir curiosidad por esa red social y unirla con tu uso del facebook.

Anoche ya me acosté jodida porque tu recuerdo inundó sin piedad mi corazón y mi alma. Al ver la foto hace un instante, he arrancado a llorar. Me he sentado frente al ordenador para en este quinto mes de tu muerte acercarte mis palabras una vez más. 

Me he comprado por fin la casa, mamá. Es tan grande como imaginamos tu y yo, tan grande como hemos imaginado todos. Tiene un patio en el que habríamos tomado el sol, el café, los pasteles troceados, la paella y los secretos en voz baja sobre esta vida, que todavía sigue siendo puta, porque no estás.

Y sigo adelante, reconozco que a veces sin fuerza porque me falta el aire. Echo de menos instantes que nunca pensé que hubiesen anidado en mi memoria: gestos, palabras, sonidos, ruidos. Qué tonta soy, mamá, todavía hago el intento de coger el teléfono y llamarte.

Aprietas la mano de mi hija en la foto, con la fuerza que apretaste la vida: sin queja. Sin esa queja eterna a la que el resto estamos atados. Gracias.

miércoles, 20 de octubre de 2021

Cadenas y Cabreos


    Después de la sesión de hoy con mis alumnos de 2º de bachillerato, no sabría decir si hay en ellos más cadenas o más cabreos.

Al hilo de Platón, un año más, nos adentramos en las profundidades de las cavernas. Y precisamente de cavernas, cadenas y sombras iba la reflexión que les he mandado hacer a mis chicos y que han compartido en voz alta en nuestro espacio dedicado al arte de filosofar.

Confieso que me he agarrado con fuerza a mi silla y he abierto todos los sentidos para no perder detalle de todo lo que han conseguido extraer a su mundo. Platón habría estado satisfecho al comprobar que los prisioneros, adecuadamente educados son capaces de identificar las cadenas que les atan y las sombras que les acompañan en la adolescencia. Mis chicos han abierto en sus cabezas, el hueco que la razón se merece y han encontrado medios de comunicación encaminados a dirigir y decidir sus vidas, redes sociales que les hacen creer en una única verdad digna de adoración, padres y demás tutores que regulan sus miedos, conformismo, los Otros que opinan y presionan, sistema educativo que mata la curiosidad, más miedos que les poseen sin escrúpulos y que no comprenden, autoexigencia, pereza y al final se miran y son ellos mismos con ganas de salir y sin ganas de ser libres a la vez. Platón tenía razón, la caverna es calentita y allí no hay que esforzarse. Yo añadiría, que además para salir, hace falta ser valiente.

lunes, 11 de octubre de 2021

Misa para muertos.


Platón decía que sólo el filósofo debe gobernar, porque es el más rico en sabiduría y virtud y no anhela otras riquezas.

Hoy en el cuarto mes de la muerte y ausencia obligada de mi madre, he ido a misa por ella. El sermón hablaba de como Jesucristo le dijo a un hombre rico que abandonase sus riquezas, confiara en él y le siguiera. Yo acto seguido he pensado que seguro que no era filósofo. Un filósofo nunca habría necesitado que le recordasen que las riquezas no valen nada. El filósofo sabe que moriremos pobres, igual que nacimos.

Después me he descubierto dejándome llevar por el arrullo de las voces de los que rezaban en voz alta. Repetían lo mismo y en mi cabeza, que estaba en blanco y en mi mirada, que estaba perdida, no significaba nada. Caían mis lágrimas, estas misas mensuales de difuntos tienen que morir en algún momento o moriré con ellas.

Las velas parpadeando, las imágenes inmóviles colgadas de las paredes a la espera de la resurrección, el olor a cera, a hostia consagrada, a vino dulce. Parpadeo y escucho el nombre de mi madre. Después, varios nombres invocando a más muertos, más ausencias, más silencios en tantas casas donde sus medias naranjas o sus hijos lloran por el eterno descanso. En el responso, piden la resurrección de su alma y la vida eterna y de nuevo aparece Platón y su alma inmortal, no sé si ascendiendo al mundo inteligible o descendiendo a las puertas del infierno.

Mi madre siempre me decía que le resultaba muy triste pensar que cuando la gente muere es como si nunca hubieran existido, porque ya no los veremos más. En medio de aquella iglesia que tanto significa para mi, aunque no sea religiosa, comprendí esas palabras de mi madre.

No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.

 

miércoles, 6 de octubre de 2021

Filosofía Aplicada Experiencial

No soy escritora de reseñas, pero puedo decir que, a modo socrático, soy filósofa hasta la muerte. Esto último es lo que me da la licencia necesaria para atreverme con un libro como este.

Le dije a José Barrientos que a medida que lo voy machacando en las variadas lecturas y relecturas que hago de él, más útil lo encuentro.

Para aquellos que busquen que la filosofía actúe como terapia, no les aconsejo su lectura. Para aquellos que gusten de añadir un análisis profundo y lleno de herramientas y obstáculos en su caminar por la vida, es muy recomendable. En cualquier caso, acercarse a la filosofía aplicada experiencial, siempre es un buen plan.

El filósofo en este libro, recupera el papel para el que nació: provocador incansable y humilde que nunca se cree en posesión de la verdad absoluta, porque sabe que no existe.

Nos permite romper la afirmación tan común acerca de la primacía de la filosofía teórica sobre la práctica, ofreciendo no sólo una conciliación, sino mostrando con claridad que la práctica es necesaria, frente al dogmatismo.

En sus líneas he podido comprobar la importancia de buscar que todos los que participen de esta práctica piensen y actúen por si mismos. Que entre las palabras y los hechos no haya una distancia insalvable.

El filósofo aplicado que pasea por sus líneas tiene que cuidar el camino, el discurso, la autonomía del que habla y del que escucha, la argumentación.... hasta que la cuerda aguante, bajándose de su pedestal.

José Barrientos, con esmerado cuidado nos va conquistando con la práctica de la filosofía. Recorre las diferentes formas y estrategias que puede haber para llevar a cabo los talleres de filosofía, haciéndose eco de ese valor que daban los estoicos al entrenamiento, sin descanso.

El libro habla del gobierno de las pasiones y el pensamiento crítico, sin perder el contacto con la realidad. No podría ser de otra forma, si hablamos de estoicos. El libro nos recuerda que la filosofía es para todos, aunque siempre lo fue. Que caben todos: mujeres, ancianos, niños, presos, angustiados y alegres, excluidos e incluidos también.

Me han cautivado varias cosas: el descubrimiento de que, aunque se de sobra que la vida puede ser un problema o incluso un cúmulo de sufrimientos, puedo convertir el padecimiento en recurso, cuando este está bien analizado y gestionado. Que no es necesario huir, sino que como buen caminante tengo que disfrutar de los pasos del camino y no solo ocuparme de hacer fotos para enseñárselos a los demás. Que no puedo hacer lo que me de la gana, sino lo que tengo que hacer, porque más allá de las pasiones que me puedan bloquear, está el compromiso con una existencia auténtica.

Creo que este libro es como un retiro con uno mismo, para conocerse y después de alguna forma servir a los demás. Ha sido la guía de mi propio entrenamiento, por eso lo he subrayado y leído tantas veces y por eso lo volveré a leer. Ahora todo lo que he aprendido de sus páginas y de su autor, lo estoy vertiendo sobre los que asisten a mis propios talleres de filosofía. Por ello, no puedo estar más agradecida.


sábado, 25 de septiembre de 2021

Gracias mamá.


 Hoy desayuné con mi madre. Bajó conmigo a la calle, a la cafetería de casi siempre: un manchado muy caliente y alguna tostada rica, lo que tu pidas para ti, hija.

Sesión de peluquería y un no me dices si estoy guapa. Mañana de tiendas y opiniones sobre la vida, que como te has muerto, sigue siendo muy puta todavía. 

Pruébate un vestido bonito, hija, yo te lo regalo, que siempre vas con pantalones, con lo guapa que eres y que poco te arreglas. En eso no te pareces a tu madre, que me gusta ir siempre bien arreglada.

Segundo café en el corte inglés con unas caprichosas tortitas, con nata y sirope, para compartir. Siempre empezaba alguna historia del pasado, de su gente, de su nostalgia, de sus recuerdos aún vivos que le permitían no desconectar. Con un te has dado cuenta, Carmen, todos los años que llevamos viniendo a esta cafetería y que poco ha cambiado, me dice lo mucho que le gusta que nos sentemos ahí después de las compras, para descansar y mirar a la gente. No pagues, siempre te adelantas y ya me toca a mi, que tú, hija, tienes muchos gastos y yo ya estoy jubilada. 

Y lo mejor es cuando nos encontrábamos a alguien de su edad y la veía muy vieja, mientras ella solo estaba un poquito usada.

Ayer me emocioné en clase, mamá, porque les hablé de ti a mis alumnos y de esa generosidad que he aprendido y que siempre me acompaña. Gracias por no irte del todo.

viernes, 10 de septiembre de 2021

Tres meses de ausencias

Cada tarde me he sentado frente a la tumba de mi madre y hemos hecho corrillo, ella, mi soledad y mi tristeza. Leo su nombre una y otra vez, quizá buscando que no sea ella la que está dentro. No quiero que la palabra madre desaparezca y por eso voy y la llamo bajito cuando estoy cerca.

He descubierto que en los cementerios, irónicamente, hay demasiado ruido. Las almas inmortales, aquellas que tanto ensalzaran filósofos como Pitágoras, Platón o Aristóteles, merodean incansables contando sus historias a todo aquel que pasa cerca y se para a escucharlas. Cada lápida guarda secretos que nunca se dijeron en voz alta. Cada lápida está revestida de palabras que desnudan al muerto ante cualquier desconocido, en la de mi madre hemos dejado al descubierto que era una mujer hermosa y valiente, por si había dudas. Cada lápida encierra una muerte fugaz, prolongada, terrible o envidiable, pero siempre dolorosa. Todos los muertos han sido llorados convenientemente por alguien y siempre hay alguien que, al menos en sus esquelas, no les olvida.

El cementerio me habla de mi madre. Me habla de sus cosas, de sus amigos, primos, abuelos, tíos, padres y hermano allí enterrados. El cementerio me habla de llantos contenidos, de los de tragar saliva y suspirar y de llantos imparables, de los de congoja entrecortada, presión en el pecho y mocos torrenciales.

Hoy a tres meses ya de su ausencia ha vuelto a despertar y a morir conmigo, otra vez. Creo que voy llorando menos y aceptando más, aunque no estoy segura, madre mía.

Y como soy incansable, sigo yendo al cementerio, buscando que quizá un día ella esté fuera esperándome y tomarnos un café con un trozo de tarta compartido.