domingo, 27 de febrero de 2022

Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz...

Queridísima madre:

Espero que cuando recibas esta carta, estés bien. Hoy es tu cumpleaños, 86 años. Ya sabes, toda una vida y ya, parte de una muerte.

A estas horas, ya estaríamos tomado la cerveza de después de misa, algún aperitivo y habríamos reservado en algún sitio para celebrar adecuadamente. Una agradable comida, en algún sitio agradable, con gente agradable. Que no falte la tarta. Dónde sea que estés habrá una deliciosa tarta esperando, o en su defecto unos buenos pasteles con un cuchillo para partir y compartir, porque me gusta probrarlos todos.

Quiero que sepas que te llevo pegada a mi corazón y que en momentos puntuales se me encoje y palpita más fuerte. Imagino que me escuchas y que puedes ver y disfrutar de todas mis cosas. Cuando escribo, recuerdo lo mucho que te gustaba leer todo lo que escribía, susurrante y emocionada. Esa lectura, semejante a la música que emitías al rezar el rosario, hacía que mis escritos se envolviesen de una naturaleza mística, que no tenían. Eso los hacía indestructibles, al salir de tus labios.

Quiero que sepas que te he cantado cumpleaños feliz en voz baja, al despertar. Quiero que sepas, que te habría regalado un hermoso ramo de flores, algún libro y mil besos y abrazos ininterrumpidos, como siempre. Quiero que sepas que nunca he dejado de quererte y que sigo tus pasos, para convertirme en una mujer hermosa y valiente.

Es una chica excelente, es una madre excelente.... Cumpleaños feliz, mamá.


 

sábado, 19 de febrero de 2022

IES Castillo de Luna, mi casa.




Quiero confesar públicamente, que soy una profesora de filosofía privilegiada, que habita en un centro público. Una profesora,  que flota alegremente por encima de ese naufragio que supone, para el resto, la siempre controvertida ley educativa.
El IES Castillo de Luna de Alburquerque, es el espacio en el que vivimos mi sosegada voz, mis atractivas clases, el pensamiento crítico que contagio, las actividades que construyo sin cesar, mi impertinencia y lucha sin control, los debates imparables e imprescindibles y esta educadora y filósofa incansable. 
También habitan allí varios personajes que no quiero silenciar: un equipo directivo abierto a la innovación y a las locuras, dialogante y crítico, que construye, sin destruir, las iniciativas que tenemos. Habita el educador social, una de las  joyas de la corona y que despliega su sabiduría y su mano firme y amable en todo lo que toca, a modo de rey Midas. Habitan conserjes, dotados de una saber hacer poco usual, de cariño, de buen trato con los chicos y con todos nosotros, de esa aptitud necesaria para que todo funcione, porque tiene que funcionar. Hay inquilinos variados que hacen que la vida sea sencillamente vivible: limpiadoras que limpian y escuchan música, que se preocupan por tus necesidades y se adaptan a tus extraños horarios de tarde. Administrativos que papelean con sus mil papeles y con los tuyos, si eres tan torpe como yo para la burocracia. En la cafetería habita la que nos alimenta el cuerpo y a veces, nos da chocolate para el alma. Compañeros que pululan por pasillos, patios, salas, aulas, rincones, a veces buscando soluciones, a veces haciendo lo que saben hacer y lo mejor que pueden hacer. Y los chicos y chicas que acaparan todo el ruido generado en hora punta y en horas bajas, ellos y ellas son los imprescindibles: sus quejas improductivas, sus carreras por pasillos, sus excusas, retrasos, aciertos, triunfos, voces, te sorprenden, a veces muy dormidos y a veces tan despiertos que asusta tanta lucidez. Sin los chicos y chicas que vienen cada día a que les demos lo mejor que somos capaces de dar, esta casa no existiría.
Y aunque hay que limpiar de vez en cuando y pintar y reformar, sigo quedándome cada curso en ella. Imposible, a estas alturas de mi vida, habitar en otra.
 

martes, 15 de febrero de 2022

Amor y muerte

Con permiso de Bansky

Mi padre está en la UCI y mi madre ha muerto hace ocho meses. 

En estos últimos días, me han llegado dos preguntas esenciales y muy relacionadas con mi situación actual.

Mi hermana me preguntó qué versión tiene la filosofía de la procrastinación, porque la palabreja se las trae.

Respuesta: creo que la muerte para el filósofo no es trascendental. Solo es parte de la vida. En ese sentido carece de importancia morir. Solo se muere sin más, sin tanta tragedia ni afán de prolongar nada. 

Los médicos siguen poniendo vías y cables y oxígeno, procrastinando. Mi padre no pierde ocasión para quitárselo.

Después y a raíz del día de san Valentín, un querido amigo me preguntó acerca del enamoramiento. 

Respuesta: la atracción, el amor... para mi son lo mismo: solo palabras.

Ayer mi padre, entrecortadamente, me dijo que ya estaba cansado de estar solo sin mi madre. Me dijo que siempre habían estado juntos y que era con ella con quien quería estar. Miraba hacia arriba, porque si hay cielo ella solo puede estar allí, a la espera de que ella bajara a buscarle para seguir juntos. Me dijo que sentía dejarnos solas, pero que ya se quería ir. 

Esto es el amor, querido amigo, ahí tienes tu respuesta.

jueves, 10 de febrero de 2022

Expulsada por Descartes.

 

Debe de llegar el momento, en la vida de todo ser humano, en el que dejes de pensar en ti mismo definitivamente.

Mi hija me hizo esta foto hace unos días y aunque a simple vista es una foto espontánea y sin más pretensiones, me ha llevado a una reflexión profunda sobre mi misma y las últimas tristezas que me invaden sin descanso.

Me miro a mi misma desde detrás de mi y veo las canas que entre las mechas naranjas van cubriendo mi existencia. He vivido muchas cosas y esa posición de absoluto cansancio, me grita que toca descansar. Estoy cansada de mi misma, de mis indecisiones, de mis exigencias, de esos errores que no dejo de cometer aunque los reconozco cada día. Mirándome a mi misma descubro que soy nada. Mirándome a mi misma, descubro que solamente soy. Descartes me llamaría disidente y me expulsaría del jardín del racionalismo. 


sábado, 15 de enero de 2022

Murmullos

Ángel Alonso Salas

Ayer, mi querido amigo Ángel, nos contagió con sus murmullos. 

La casualidad, las sorpresas que da la vida y todo lo que me sigue regalando la filosofía, hizo que conociese a Ángel. 

Me invitaron a formar parte de un grupo de investigación de filosofía experiencial. Primero pensé, a modo de Groucho Marx, que nunca pertenecería a un club que admitiera como miembro a alguien como yo. Después, simplemente me quedé y he de decir que ha sido una de las acertadas decisiones de mi vida. 

Ayer de repente, él empezó a murmurar en nuestros oídos y entendí el éxtasis que pudo llegar a experimentar Sócrates con esos murmullos, con esa voz interior o daimon que sabiamente le aconsejaba. Y yo me encontré escuchando esos murmullos que él nos lanzaba desde México y se quedaban sus palabras y mi mente rumiaba y murmuraba a la vez. Y me cautivó. Sé que el escucha la soledad de desfavorecidos, de privados de libertad, de seres de carne y hueso marginados que otros están dispuestos a desechar, sé que habla de nosotros porque conoce con claridad la labor del filósofo. Y me di cuenta del valor de susurrar la filosofía, de hablar bajito de las grandes cosas, de escuchar a media voz al otro. Apenas recuerdo esta mañana todo lo que dijo, pero sigo en mi murmullo descansando del ruido.

Va mi agradecimiento a su presencia, a sus enseñanzas, a la generosidad que supone conocer sus pensamientos, al sonido de su voz que siempre aquieta mi alma cansada.





jueves, 6 de enero de 2022

Día de colada y mi madre

Mi colada de hoy. Mi patio
El patio de mi madre, pintado por mi hermana
Hoy hice mi primera colada, provisional, en mi nueva casa. Tendí la ropa y recordé lo mucho que le gustaba a mi madre la ropa tendida al sol. La tendía y al cabo de un rato largo, volvía sobre ella para darle la vuelta. Todo un ritual de higiene y blancura solar, que ningún detergente podría mejorar. Mi madre era única en ese juego programado de sacudir, tender la ropa estirada, dar la vuelta a las prendas, recoger y doblar a modo de plancha humana. 

He de decir que esta peculiar afición de mover la ropa, no la he heredado, gracias a dios. Me consta que mi hermana se ha sorprendido, pese a su resistencia, haciéndolo. Y he de admitir que, aunque no la heredé e incluso me parece algo improductivo, me proporciona cierto placer tender la ropa al sol y recrearme en el olor a limpieza que desprende. 

Sacudo la ropa con ímpetu, para anticiparme, en esa sacudida, al posterior planchado y eliminar las dobleces y arrugas. La coloco en las cuerdas con ese orden extraño que solo puede tener la ropa cuando se tiende al sol y pretendes que el sol la caliente y la ponga todavía más blanca y más limpia. Con el paso de los años, al lado de mi madre, la experiencia me ha demostrado que la ropa blanca al sol, se vuelve más blanca.

No sabía que mi madre me había enseñado a lavar la ropa, a tenderla, a recogerla y doblarla, antes de que deje de darle el sol.  

Voy de inmediato a recogerla, mamá. Nos vemos en el patio, entre los últimos rayos que acarician la ropa que hoy tendí para ti.


lunes, 3 de enero de 2022

Peluquería y café

    
Desde el cristal del mueble del salón, donde Eva puso un día esta foto, nos miras. 
Un sábado de peluquería y café en una terraza, era parte de esos momentos felices que nos gustaba compartir. Esta foto es el instante en el que te quise inmortalizar. Con un ¿no me decís nada? nos invitabas a adular un sábado más, lo bien que te habían peinado.
Hace un momento estaba cocinando, algo se derramó y dije: ¡ay madre!. Fui consciente, casi por primera vez, de esta exclamación al uso que tanto me reconforta y me eché a llorar.
Pasan los meses y no vas a volver. Y me pasan cosas y no te las puedo contar. Hay una parte de mi alma que sigue caminando sola desde que te has ido. Solo escribirte me permite ir aceptando tu ausencia, mi incansable lectora, mi admiradora incondicional. Mi acompañante en la cocina, en el paseo, en las rebajas, en el camino que empecé en tu vientre y que termina en tu mirada.
Te quise inmortalizar mamá, sin darme cuenta de que era imposible. Sin darme cuenta de que no era importante. Sin darme cuenta...