miércoles, 1 de abril de 2015

El nihilismo crea cicatrices y miedo

Camino despacio como perseguida por una suave cadencia musical que nunca me alcanza. Camino engañada, pensando que lo observo todo al mínimo detalle, pero lo cierto es que mis sentidos duermen cuando camino y solo puedo caminar en un acto mecánico y fluido donde lo único que siento son palabras en mi cabeza, rompecabezas metafísicos que intentan modificar el pulso permanente que tengo con la historia, con la sociedad, con el mundo, con mi propio yo.
Y como no soy inmortal, no voy a tener tiempo de cambiarlo todo. No obstante voy almacenando imágenes, creaciones, esquemas globalizadores que podrían ser desplegados en cualquier momento crítico.
Tengo un pinchazo en el pecho que me recuerda cada cierto tiempo que tengo que seguir caminando para descargar tensiones y ansiedad. Ansiedad, que palabra tan poco descriptiva, no se identifica con lo que uno siente cuando califican sus síntomas de ansiedad. Siempre he pensado en desazón, tristeza que te desinfla hasta no sentirte, hasta dejar de ser...
Los otros aplauden, mi monólogo sobre la inconsistencia de la existencia les ha mantenido expectantes, esposados a la butaca, pegados a sus cerebros para empatizar totalmente conmigo. El nihilismo siempre crea cicatrices y miedo.

Se miran unos a otros y se reconocen en mis palabras, palabras que olvidarán cuando dejen de mirarse. Apenas un suspiro, una conversación superficial y la felicidad ficticia en la que viven, regresa.