martes, 27 de diciembre de 2016

Oxígeno

La torre de la sal. Foto hecha por mi marido
       El sonido del mar me obliga a respirar. 30 km/h de viento me tira del pelo, me engulle y me lleva al naufragio. Las nubes explosionan y en su afán de ocupar todo, engrandecen el espacio que ocupa la tierra. La realidad consigue difuminar el brillo del sol y los pájaros definitivamente cabalgan por sus rayos de diamante. Me duelen los oídos, incluso ahora que no escucho nada. Fotografiando lo que no alcanza la vista, consigues la instantánea que me dice que estoy ahora contigo, sintiendo contigo, gritando en un éxtasis veraniego camuflado de motivos invernales. Sin tiempo. Con arena entre los dedos, en los ojos, en la playa. El oxígeno me ha estado esperando. Respiro para volver a empezar. Respiro para poder continuar. Sólo respiro.

sábado, 24 de diciembre de 2016

Negligente navidad

La navidad es momento de desasosiego espiritual y de contradicciones, momento en el que las claras negligencias del ser humano quedan al descubierto. La navidad es la única situación en la que nos abraza y besa el enemigo, el imbécil, el impresentable, mientras ponemos cara de poker y por qué. La navidad es el período de tiempo más largo del año en el que los pobres comen y tienen regalos de segunda mano porque las injusticias y las corrupciones no dan para más. En esos días se paralizan más desahucios, se reparte más dinero, incluso en la puerta de la iglesia, las calles se iluminan y se oye música sinsentido celestial. La navidad tiene esos momentos de falsa dicha, de reuniones familiares comprometidas e inquietantes, donde es necesario medir las palabras para no estropear la noche. Se padece además de desequilibrio consumista, de altruismo y empatía. Todos comprendemos todo y ofrecemos parte de nuestras nadas. La navidad pone una sonrisa en cada persona. El asesino ríe y cena langostinos porque es navidad, la mujer maltratada cocina para el verdugo que la matará mañana, el niño acosado recibirá juguetes complacientes que sellarán temporalmente sus lágrimas sin solución, se cantarán villancicos mirando a un cielo tóxico, donde ya han dejado de ver a dios. En navidad no estamos solos y se llora a los ausentes. Hay más sordera social, menos sinsabores, todos  los seres humanos son buenos, tratables, comprensibles, amigos, compañeros, sacrificados ciudadanos que acuden velozmente a cualquier portal de belén o trasnochada misa para sanear sus conciencias. 
De momento me quedo, por ejemplo, llorando con los refugiados, los tristes, los equivocados, los amigos, los amores, los ausentes y los solitarios. Me quedo en silencio porque en estos días, sinceramente, no sé a dónde ir con tantas puertas abiertas.
Perdonen que desconecte de la humanidad en nochebuena, prometo volver cuando pase el temporal y el desasosiego.

jueves, 8 de diciembre de 2016

Control de calidad

El desastroso informe pisa me da la razón y me jode que así sea. Este año de nuevo, un montón de alumnos saldrán de nuestras aulas sin haber aprendido a escribir y leer con claridad y por tanto serán incapaces de expresar sus pensamientos y sus ideas para que el lector disfrute. Cuando nos invaden con reformas, cambios de materias, optatividad, itinerarios, reválidas y demás gilipolleces, se olvidan de que al sistema educativo español le falta lo básico. Parece que todos han olvidado que es necesario un control de calidad del profesorado. A final de mes todos cobramos aunque en nuestras clases, a puerta cerrada, hayamos estado haciendo el pino puente. La mejora educativa no pasa por añadir horas de lengua a nuestros chicos, ni si quiera más horas de nada, se trata de que el tiempo empleado sea efectivo, enriquecedor, productivo y bien utilizado. En este país cuando a alguien se le ocurre decir en voz alta que los profesores que conforman el sistema no hacen bien su trabajo y nadie les dice nada, te salen enemigos. 
Un día más he corregido escritos de mis alumnos de segundo de bachillerato y ha sido desolador. Es cierto que la osadía tiene un precio, pero prefiero el destierro que el silencio, prefiero que se asuma la parte que nos toca y no la permanente goleada de balones fuera. Prefiero la crítica constructiva y provocadora a morir asfixiada soportando tanta negligencia. Siempre prefiero la lucha, porque ya saben los que me conocen que soy políticamente incorrecta.