sábado, 15 de enero de 2022

Murmullos

Ángel Alonso Salas

Ayer, mi querido amigo Ángel, nos contagió con sus murmullos. 

La casualidad, las sorpresas que da la vida y todo lo que me sigue regalando la filosofía, hizo que conociese a Ángel. 

Me invitaron a formar parte de un grupo de investigación de filosofía experiencial. Primero pensé, a modo de Groucho Marx, que nunca pertenecería a un club que admitiera como miembro a alguien como yo. Después, simplemente me quedé y he de decir que ha sido una de las acertadas decisiones de mi vida. 

Ayer de repente, él empezó a murmurar en nuestros oídos y entendí el éxtasis que pudo llegar a experimentar Sócrates con esos murmullos, con esa voz interior o daimon que sabiamente le aconsejaba. Y yo me encontré escuchando esos murmullos que él nos lanzaba desde México y se quedaban sus palabras y mi mente rumiaba y murmuraba a la vez. Y me cautivó. Sé que el escucha la soledad de desfavorecidos, de privados de libertad, de seres de carne y hueso marginados que otros están dispuestos a desechar, sé que habla de nosotros porque conoce con claridad la labor del filósofo. Y me di cuenta del valor de susurrar la filosofía, de hablar bajito de las grandes cosas, de escuchar a media voz al otro. Apenas recuerdo esta mañana todo lo que dijo, pero sigo en mi murmullo descansando del ruido.

Va mi agradecimiento a su presencia, a sus enseñanzas, a la generosidad que supone conocer sus pensamientos, al sonido de su voz que siempre aquieta mi alma cansada.





jueves, 6 de enero de 2022

Día de colada y mi madre

Mi colada de hoy. Mi patio
El patio de mi madre, pintado por mi hermana
Hoy hice mi primera colada, provisional, en mi nueva casa. Tendí la ropa y recordé lo mucho que le gustaba a mi madre la ropa tendida al sol. La tendía y al cabo de un rato largo, volvía sobre ella para darle la vuelta. Todo un ritual de higiene y blancura solar, que ningún detergente podría mejorar. Mi madre era única en ese juego programado de sacudir, tender la ropa estirada, dar la vuelta a las prendas, recoger y doblar a modo de plancha humana. 

He de decir que esta peculiar afición de mover la ropa, no la he heredado, gracias a dios. Me consta que mi hermana se ha sorprendido, pese a su resistencia, haciéndolo. Y he de admitir que, aunque no la heredé e incluso me parece algo improductivo, me proporciona cierto placer tender la ropa al sol y recrearme en el olor a limpieza que desprende. 

Sacudo la ropa con ímpetu, para anticiparme, en esa sacudida, al posterior planchado y eliminar las dobleces y arrugas. La coloco en las cuerdas con ese orden extraño que solo puede tener la ropa cuando se tiende al sol y pretendes que el sol la caliente y la ponga todavía más blanca y más limpia. Con el paso de los años, al lado de mi madre, la experiencia me ha demostrado que la ropa blanca al sol, se vuelve más blanca.

No sabía que mi madre me había enseñado a lavar la ropa, a tenderla, a recogerla y doblarla, antes de que deje de darle el sol.  

Voy de inmediato a recogerla, mamá. Nos vemos en el patio, entre los últimos rayos que acarician la ropa que hoy tendí para ti.


lunes, 3 de enero de 2022

Peluquería y café

    
Desde el cristal del mueble del salón, donde Eva puso un día esta foto, nos miras. 
Un sábado de peluquería y café en una terraza, era parte de esos momentos felices que nos gustaba compartir. Esta foto es el instante en el que te quise inmortalizar. Con un ¿no me decís nada? nos invitabas a adular un sábado más, lo bien que te habían peinado.
Hace un momento estaba cocinando, algo se derramó y dije: ¡ay madre!. Fui consciente, casi por primera vez, de esta exclamación al uso que tanto me reconforta y me eché a llorar.
Pasan los meses y no vas a volver. Y me pasan cosas y no te las puedo contar. Hay una parte de mi alma que sigue caminando sola desde que te has ido. Solo escribirte me permite ir aceptando tu ausencia, mi incansable lectora, mi admiradora incondicional. Mi acompañante en la cocina, en el paseo, en las rebajas, en el camino que empecé en tu vientre y que termina en tu mirada.
Te quise inmortalizar mamá, sin darme cuenta de que era imposible. Sin darme cuenta de que no era importante. Sin darme cuenta...