viernes, 25 de diciembre de 2020

Carmen

Cuando digo mi nombre, estoy diciendo nada. De hecho, si lo repito con insistencia, lo que yo soy en mi nombre, acaba desapareciendo y apenas queda una imagen distorsionada de lo que yo soy. Detrás de mi nombre hay nadie, en mi nombre, nada.

Pueden parecer extrañas mis palabras, acostumbrados como estamos a identificarnos con nuestro nombre. A la pregunta quién eres, siempre respondemos nuestro nombre. Pero mi nombre es solo la puerta de entrada a mi misma. Descubro además, que yo misma soy el huésped de mi nombre. Caminamos por el espacio sonoro que describe nuestro nombre, repitiendo nuestro nombre, resonando creemos que eso nos dota de una existencia más real . Si no suena un nombre en mi boca cuando me presento, si no sabes como me llamo, si no digo mi nombre cuando aparezco por primera vez y si lo olvidas por falta de atención, sencillamente no estoy (o no soy). Carmen, sólo es el primer acceso para entrar en el ser humano que se presenta ante ti cuando apareces. Si nadie llama a la puerta, Carmen no está.

Desapareceré y mi nombre morirá conmigo. Una lápida grabada solo será el empeño de los otros en hacerme irremplazable, cuando ya no soy.

No soy mi nombre. Y si suprimo mi nombre, quizá puedo llegar a saber quién soy. 

martes, 22 de diciembre de 2020

La cicuta de los justos

 Y Sócrates bebió la cicuta sin huir y en ese instante supo que la cicuta sabe a libertad.

Me he levantado temprano, deseando echar un pulso a la vida esta mañana. Débil, la noche siempre se me antoja como un montón de debilidad. Cierro y abro los ojos en una semioscuridad que me intranquiliza. No sucede nada cuando duermo. No sucede nada cuando despierto.

Está amaneciendo, la tendinitis ya ha puesto límites a mis alas, escribo entre cada punzada incrustada, en este cuerpo herido, que me perseguirá hasta la muerte. 

Lleno la copa hasta arriba y brindo, con Sócrates, por la justicia y la libertad. Y saboreo la cicuta como el maestro, esperando en algún instante de mi vida saberme justa y libre de verdad.  


22 de diciembre en el IES Castillo de Luna

Irene, Diego, Nuria, Sergio y yo misma.

 Creo que a veces la vida está hecha de grandes momentos que pasan desapercibidos, porque parecen demasiado pequeños.
Hoy último día de clase y ya rozando el fin de este año, he vivido uno de esos momentos que ya ha quedado grabado en mi retina, en mi alma y en un podcast que podré escuchar siempre que quiera, pero que quizá no vuelva a escuchar jamás para no gastarlo.
Terminar el trimestre rodeada de alumnos/as extraordinarios, es uno de los deseos que pido al soplar las velas o al comer las uvas o al levantarme cada mañana.
Y una vez más, el genio de la lámpara, me lo ha concedido, sin pedir nada. Y ahí estamos, en una foto que atestigua que ese gran momento ha existido. No se equivoquen, ellos son los imprescindibles.
Diego, Irene, Sergio y Nuria, me han regalado poder contar con ellos un 22 de diciembre a la hora señalada. Me han regalado su frescura ante el acojono que supone ponerse delante de un micro, hacer radio, salir por las ondas, que la gente del pueblo les escuche, equivocarse, toser, falta de vocabulario apropiado, mascarillas, cascos... y cómo sé cuándo tengo que hablar??
Mi inagotable compañero en el aire, Jose María, me ha mirado por encima de su mascarilla, entre los cascos y el micro y sé que me ha preguntado de dónde han salido estos chicos, qué bien lo hacen.
Nuria, Diego, Irene y Sergio sólo son una porción del enorme tesoro que se refugia en nuestras aulas. Les aseguro que son los mismos que cada mañana se sientan en los pupitres con cara de sueño, deseando acurrucarse en sus camas y que desaparezcamos de sus vidas. Son los chicos y chicas que brillan solos si les dejamos espacio para hacerlo. 
Yo sólo me he sentado a su lado para aprender lo que han querido enseñarme, un día más.

https://radioedu.educarex.es/radiocastillodeluna/wp-content/uploads/sites/56/2020/12/debate-politico-2020-carmen-filosofia.mp3


sábado, 12 de diciembre de 2020

Sahara Libre

                                                                                   

Momento de la concentración

En este mundo diverso, cada uno defiende lo suyo, lo importante, y casi nadie lucha por lo de todos.
A las 11,30 de la mañana me he encontrado con una concentración que, bajo muchos gritos diferentes y a veces ininteligibles, pedían la independencia para el Sahara. 
Me he preguntado qué es la libertad. 
Libertad comparada con qué. Me pregunto, si yo soy libre. Me pregunto, si somos libres. ¿Quién tiene la llave de la libertad?. 
Si cambiamos el sistema seremos más libres, o sólo si cambiamos nosotros seremos más libres. 
En esa parte estoica que hay en mí, me he parado en la concentración a escuchar lo que decían, para empaparme de su protesta. He pensado, que si piden libertad es porque son prisioneros de algo: "¡Que viva la lucha del pueblo saharaui!Marruecos: culpable... España: culpable...Sahara: libertad" 
Momentos después, me encontraba conversando de otros temas, ante unas cervezas y escuchando esa acertada sabiduría que despliega mi marido: "cada vez soy más anticomunista, porque según los comunistas, siempre el culpable de lo que nos pasa es otro"
Me pregunto, si hemos dejado de ser libres porque los demás no nos dejan serlo. Quizá simplemente no queremos ser libres, para no tener que vernos en la obligación de aceptar la responsabilidad que conlleva serlo.
Después me he preguntado para qué luchar y contra quién si, irónicamente, somos ciudadanos de un mundo que el hombre decidió dividir. 
Saquen sus propias conclusiones. 

martes, 8 de diciembre de 2020

¿Por qué tengo que vivir?

Laura, Elena, Eva, Nuria, Manolo y Nico

 Cada año, recibo con los brazos abiertos y la mente en modo tabula rasa, a los jóvenes filósofos que eligen como optativa la filosofía de 4º de la ESO. Y como vamos siendo una especie en vías de extinción, gusto mimarlos y sobretodo gusto llamarlos mis filósofos. 
Hechas las presentaciones, querrán ustedes saber de qué misteriosos temas hablamos, con qué maravillas les hago levitar de sus asientos, qué poderes mágicos empleo para que año tras año un estupendo grupo de adolescentes se acerquen con cierta curiosidad a mis clases de filosofía y lo que es más inquietante aún: decidan quedarse nueve meses de sus vidas acompañándome.
Como dosis inicial y que encierra una gran incógnita y motivación, les regalo una libreta en blanco y les pido que vayan construyendo a lo largo de nuestros encuentros su propio libro y su propia filosofía. 
Han llegado con demasiada carga, demasiados prejuicios sin analizar, demasiadas palabras aprendidas y no saboreadas, demasiadas teorías, curiosidades, mala distribución de sus conocimientos, de sus horarios, de su ocio, de sus vidas. Maltrechos se asoman a mi vida de puntillas y me gusta ir dándoles pequeños pescozones para que despierten del letargo y miren a la vida de frente, con los ojos bien abiertos para no perderse nada.
Por delante de ellos paseo acompañada de todo un séquito ilustre: Platón. Epicteto, Sartre, Camus, Schopenhauer, Marco Aurelio, Nietzsche, Cioran... Desmenuzamos la vida que están viviendo con el prisma de sus palabras. 
Y es tan sencillo. Solo hablamos de nuestras cosas, las cercanas, las ausentes, el amor, un corazón roto, la muerte, las drogas, los amigos, la tristeza, la felicidad, el sexo, el egoísmo, la honestidad...
Y hablamos y pasa el tiempo y seguimos hablando. Y escriben mucho y piensan y hablan. Y me acompañan en esta aventura que se nos antoja unos días dramática, otros trágica otros divertida, feliz.... 
Son mis filósofos, amantes de la sabiduría en estado puro.