domingo, 27 de noviembre de 2022

Acallar los perros cuando ladran

"La ética estoica es la del guerrero que sabe cuándo hay que luchar y lo hace gobernando sus pasiones"
                         Juramento del filósofo

Me gusta mucho la idea del estoico como guerrero. Me parece importante no estar en una lucha permanente, pero sí estar preparada siempre para luchar, si llega el momento de hacerlo.
Bajar las armas y solo prepararse por si llega la batalla.
Ser más silenciosa - el que sabe no habla, el que habla no sabe-, más observadora, más prudente. Escuchar más y hablar menos. Pensamos que sabemos demasiado.
El entrenamiento permanente en el gobierno de las pasiones, es la manera de acallar los perros cuando ladran. Hablamos demasiado alto, excesivo ruido, palabras vacías. Siempre hay un momento obligado para parar. 
La enfermedad del cuerpo, quizá no podemos pararla y en eso no compartiré sanatorio con nadie, pero la enfermedad del alma estoy obligada a curarla.
La filosofía es un gimnasio, abierto de sol a sol: ¿entrenamos o cerramos?

jueves, 24 de noviembre de 2022

El espacio en que no estás

En la pantalla de ese ordenador de la biblioteca, al que tuvo que irse adaptando, siempre estaba el gato.  En invierno, un calefactor siempre pegado a sus pequeñas piernas. En el cajón, un plátano que siempre se comía más o menos a la misma hora y con el que a veces los chicos hacían esas pequeñas bromas que ella permitía a carcajadas y diciendo hay que ver.... 
Tenía la mesa en el sito principal, vigilante incansable que con su voz, también pequeña, reñía y reía en la misma proporción. Repetía en el recreo que no se podía comer en la biblioteca, les mandaba callar y no callaban y entonces se volvía gruñona y taconeaba desde la mesa hasta cualquier punto de la biblioteca en el que se necesitase una buena bronca.
Una nunca sabe que se tiene que morir, pero aunque lo hubiese sabido, creo que su vida, no habría sido muy diferente.
He de decir que nos teníamos la una a la otra, en este espacio lleno de libros que casi nadie leía, un mausoleo que desde que decidí instalarme en él de manera permanente, me sentí como una okupa en la vida de Viti. Al principio me miraba de reojo y cuando empecé a llenar la biblioteca de alumnos/as a cada hora, se enamoró de la filosofía, de la inteligencia emocional, de la sexualidad, Platón, visitas extras, trabajos en grupo y la complicidad que los chicos y yo íbamos trabajando cada día.
A veces lloraba con las historias de aquellos que nos visitaban y entonces con disimulo limpiaba su nariz y sus lágrimas. A veces terminaba su turno de trabajo y se quedaba un poco más para escucharnos. A penas unas sesiones más y hubiera expedido su título honorífico de filósofa bibliotecaria.
Ya ves, Viti, mantengo activo este espacio que tanto nos gustaba y que en silencio y en secreto muchas veces hemos compartido. Tú me decías lo buena profesora que era y lo que estabas aprendiendo y yo escuchaba las historias de tu vida, que como tú solo sabes, me sirvieron para seguir aprendiendo. 
Casi no coincidíamos en nada: ni opiniones políticas sobre este pueblo, ni sobre la educación, ni sobre el mundo que nos había tocado vivir.... Pero a Viti y a mi, no nos importaba.
Ten en cuenta que siempre nos quedará la biblioteca, querida amiga. 
Postdata: echaré de menos tu estado de wasapp diciendo hasta mañana.


miércoles, 2 de noviembre de 2022

Día de difuntos en Ibahernando.

A veces las sombras se funden con la realidad y se estiran sobre el pavimento, para hacerse partícipes de los acontecimientos.

Día 1 de noviembre, día de cementerios, flores, misas y difuntos. Días de tristezas y sombras sobre las lápidas que anidan en este cementerio. He acompañado a mi madre, como lo he venido haciendo desde hace muchos años, durante la misa. Esta vez, ella estaba inexplicablemente para mi, dentro de uno de esos nichos. He escuchado la letanía de las voces que rezaban en la distancia, a su lado, frente a una lápida que se ha empeñado en tener grabado el nombre y los apellidos de mi madre. Creo que no es posible que mi  madre esté dentro, cómo la muerte puede haber callado ese torrente de charla permanente, ese saltar de un tema a otro sin control ni límites temáticos. Como puede la muerte dejarnos tan en silencio.

Conversaciones en susurros de fondo, reencuentros para llorar juntos. Venidos de lejos y de cerca nos reunimos al calor de la misma emoción, al frio del mismo miedo. Al final todos acabaremos aquí es la letanía principal, para qué tener miedo. Ahora cantan en latín, mi madre también lo hacía. Hay bullicio, un grupo de niñas corren durante la celebración, están exentas de llorar y necesitadas de reír a carcajadas. Hacemos paseíllo de reconocimiento por todo el cementerio y escucho contar otra vez las mismos sucesos: muertes naturales, dolorosas, prematuras. Historias completas que no se perderán nunca, porque siempre queda alguien para repasarlas. Mi madre siempre me recordaba algunas de esas historias, pero yo las he olvidado. 

Te hemos puesto muy guapa madre, hermana trajo dos macetas preciosas de margaritas para decorar tu espacio con vistas al cielo. Te hemos encendido una vela con la imagen de tu Virgen de la Jara, hemos limpiado la lápida para que te veas reluciente. Creo que hemos cumplido con todo el protocolo que nos enseñaste por si te morías, pero he de decirte, madre mía, que nos ha dolido
el corazón y el alma en este aprendizaje.