lunes, 12 de octubre de 2020

Cagar y Filosofar

Imagino que los que se acerquen a leer esta nueva entrada creerán que van a tener quizá que imaginarme, sentada en el trono de mi casa, haciendo las deposiciones correspondientes mientras me acompaña alguna lectura trascendental. Ciertamente eso es lo que sucede con bastante frecuencia. Me recuerdo desde siempre acompañada de libros de contenido variado y especialmente filosófico en los diversos espacios de mi casa. Parece que siempre he asociado cagar y filosofar y hoy al ser consciente de ello me he echado a reir. Es un error, porque he aprendido que cuando cagas, cagas y cuando lees, lees. Hacer varias cosas a la vez, conlleva hacer varias cosas de forma incompleta e insatisfactoria. La lectura exige ese tiempo de concentración para permitir a las interminables letras penetrar en tu mente y emocionarte. Las lecturas filosóficas sacan lo mejor y lo peor de mi. Hoy La relectura de La República de Platón me ha trasladado a mis años de universidad, frente a mi profesor de historia de la filosofía, su gran bigote y sus grandes y apasionadas reflexiones. He recordado tardes en la vieja casa donde viví los primeros años de estudiante, con algunos compañeros que ya he olvidado y a los que solo recuerdo porque tengo una orla con sus fotos colgada en mi pared. He accedido a lo profundo de mi memoria y junto a Platón han aparecido grandes discusiones con aromas de cafés y humo de cigarros bailando entre los rayos de sol que entraban por la ventana. Han regresado todos y cuando acabe de recordarlos volverán a marcharse de mi vida. La lectura exige ese reencuentro con una misma, reconozco que no siento ningún miedo cuando así sucede. Y cuando te sientas en el bater, simplemente te sientas. Te concentras en dicha actividad como si de una gran lectura se tratara. Imprescindible un tiempo para todo, imprescindible la soledad para que ese tiempo sea completo y satisfactorio. Y hay instantes en los que la lectura te aparta de tu quehacer en el bater e instantes en los que la tensión de tus glúteos te aleja de esa parte del intelecto incapaz de bajar a lo más sencillo: simplemente, cagar.