domingo, 1 de septiembre de 2019

Bailar en verano

Este verano las grandes cosas de los pueblos me abrazan y agradecida me dejo simplemente abrazar.
The Polers
Anoche pude disfrutar de un hermoso concierto, el primero de The Polers, en la plaza del pueblo. Resonaba en mi cabeza aquella de Tequila: vamos a tocar un rock and roll a la plaza del pueblo... y hubo algo de rock and roll. 
La selección musical, estupenda. La música sonaba bajo las estrellas, entre estrellas. Olía a cerveza, a verano, a personas recién salidas de la ducha, vestidas y preparadas a conciencia para  la ocasión. Hacía días que no pasaba por allí y escuché mi nombre y recibí abrazos de la gente estupenda de este pueblo en el que prácticamente estoy siendo pedagógicamente adoptada y amablemente aceptada.
Olía a noche de verano de finales de agosto, a las últimas terrazas que apuran el último público del verano. Olía a despedida de estudiantes que regresan a la universidad, a lágrimas de padres que están llorando ausencias inmediatas. El aire tenía un sabor nocturno, era una de esas noches en las que no te importa si se para el tiempo porque todo está bien. Alguien te invita a lo que estás bebiendo sin previo aviso, alguien te toca el hombro y te cuenta cómo le ha ido el verano y qué alegría verte de nuevo de vuelta un curso más. Alguien siempre extraordinario te lanza un beso desde lejos o se queda un rato a tu lado para contarte sus planes, sus sueños, sus días. Alguien graba y fotografía todo para recordar el éxito musical. Bailamos, suenan a coro los aplausos, suenan los amigos y amigas que se han congregado en ese leve espacio del que de una forma casi mágica no podemos salir, no queremos salir. Hay resistencia a que llegue el final.
Y un día de estos nos tomamos unos cafés y charlamos porque nos echamos de menos. Gracias.