miércoles, 26 de julio de 2017

A los indiferentes

La indiferencia es el peso plomífero de la historia. Es el mal que se genera gracias al absentismo de esos muchos que no deciden, que se amarran a la pasividad, que además lloriquean por las decisiones que han tomado los demás. La indiferencia se levanta contra la inteligencia y la asfixia. Asalta en las sombras los objetivos conseguidos, los planes elaborados, las ambiciones, el destino de la historia. El indiferente piensa que un voto menos no importa, que las ideas deben ponerlas otros para que él se beneficie en su desidia, que la responsabilidad no existe, que no hay nada urgente por lo que tenga que despertar de su letargo inmaduro y cruel. Para los indiferentes la vida colectiva es una ficción, son escépticos que odian lo que no saben, son destructores pasivos que intentan despertar mi compasión. Yo ya no tengo compasión, ni con sus quejas ni con sus lágrimas. Los indiferentes sólo miran por la ventana y maquillan su desilusión. Ignoran la realidad, son diletantes que revientan al ciudadano que no se ha limitado solo a existir.