miércoles, 25 de febrero de 2015

Nada por encima del hombre

La asignatura de religión incluye rezos en clase y suprime referencias a otras confesiones y todo ello sin afán de adoctrinamiento, no se vayan ustedes a pensar que pretenden manipular a nuestros chicos/as. Sólo van a ilustrarlos y a enseñarles cómo estar más cerca de dios. 
Recuerdo que ya lo hacíamos en la escuela antes de empezar las clases cada día y al terminar y creo, si no recuerdo mal, que ya entonces me parecía un sinsentido dar gracias por nada y a alguien sin presencia física que me animase o alentase en el día a día. 
Me molesta que la religión siga ocupando un lugar en el valioso espacio-tiempo que dedicamos a la educación, no quiero que la iglesia siga marcando nuestro curriculum con principios religiosos, inexistentes, no me gusta la carencia de moralidad de muchos de los que imparten esa materia en nuestros centros públicos. No quiero que nos engañen más, cuando yo hasta ahora y después de veinte años en la enseñanza he visto demasiados profesores de religión que no imparten religión: prometen excursiones, hora libre, películas o no hacer nada. Enseño yo más religión en mis clases de filosofía que ellos en todo el año. Pero en mis clases conviven la religión y el escepticismo; el ateismo, el judaismo; los pecadores y los inocentes; los que están perdidos y los que no. Conviven los necesitados, los necios, los altruistas...y los escucho a todos por igual y les dejo que lo conozcan todo, sin presiones, libremente. Y aunque soy roja, cada día me pinto de todos los colores sin prejuicios y sin miedos. Necesitamos la religión, hasta yo lo sé y es indiscutible, porque el ser humano anda necesitado de consuelo espiritual. Eduquemos el espíritu entonces, pero nada por encima del hombre, ningún dios, ni si quiera otro hombre.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Un pequeño cabreo

Preciosa foto realizada por mi marido
Apenas puedo respirar cuando salgo del aula, he tenido un momento de cabreo intenso, de frustración compartida, de sentimientos de ira que me han nublado por un momento la paciencia y he tenido que preguntar a mis alumnos/as para qué están allí. Un número importante de ellos obligados, sin ilusión, el instituto no les gusta, ahí no están sus sueños, no creen que puedan terminar el curso porque simplemente no lo han empezado todavía ni lo harán. Aunque quiera retener la atención de todos y enseñarles que hay mundo más allá de las paredes, de los libros y pizarras, a veces no es suficiente. Detrás de todo eso están sus vidas confusas, algunas perdidas, aburridos de escuchar cosas que no les interesan. Les entiendo y por eso me cabreo mucho más. Un sistema obsoleto, memorístico, que te axfisia con conceptos, que no te deja pensar ni sentir, que no es divertido, que no interesa, que siempre es lo mismo. Y se empeñan en seguir ahí porque a pesar de todo creen que seguro que aprenden algo que les sirva para ser mejores. Yo también lo creo y  por eso les animo a respetar el privilegio de la educación. Y desde la tristeza que me produce no poder hacer más, rescatarlos a todos y todas de esas aulas frías y tediosas me voy cabizbaja, con mi cabreo impertinente que ya he olvidado para seguir luchando mañana un poco más.