lunes, 27 de junio de 2016

Maldita mediocridad

 El aplauso permanente a la mediocridad es el que ha llevado a nuestro país a ser los primeros en algo: la ignorancia, la incultura y el deseo de no salir de ese estado de mediocridad que se ha convertido en algo natural para los españoles.
Me considero insultada y burlada por todos esos millones de españoles que han votado sin contemplaciones, sin usar la razón, ni el corazón ni la cabeza. Me siento confusa cuando me doy cuenta de que la participación ciudadana en la construcción de nuestro país se reduce tan solo a votar y a cultivar la mediocridad el resto del tiempo. Hoy sinceramente estoy convencida de que mi interés por la política no puede decaer, convencida de que mi labor docente es prioritaria para acabar con esta panda de mediocres que están ocupando el mismo espacio que yo venero cada día y en el que contribuyo para que crezcan espíritus libres, no alienados, no sometidos a ningún credo. Hoy no quiero disimular mi cabreo, porque mi malestar nace de las más absoluta racionalidad. Soy una persona libre, mayor de edad en todo los sentidos, envuelta como si de un papel de regalo se tratase en la más sublime humanidad y respeto por las diferencias, comprometida hasta el infinito y más allá en contagiar a los que me escuchan de aquellos valores libremente elegidos pero lógicamente aprendidos. Soy una educadora creativa y audaz porque elegí el camino correcto que es el de la dignidad. Confieso mis errores y mis excesos, educo en la paz y en la libertad. No puedo esconder mi cabreo porque no puedo soportar que la mediocridad se haya convertido en deporte nacional.

Cuando estaba escribiendo esta entrada en mi blog, llegó hasta mi una estupenda reflexión de Forges sobre la mediocridad. La casualidad existe. Le robo su viñeta, supongo que no le importará que compartamos la misma lucha.

sábado, 18 de junio de 2016

Educar es algo más simpático

Silvia, Elena y Patricia felices me ceden esta foto
En el último día de clase de este curso he vivido un episodio bastante triste aunque no me ha pillado en absoluto desprevenida. Algo que confirma lo ya sabido: El profesor adora el orden, lo inequívoco, lo programado. Tras la propuesta de disfrutar de las dos últimas horas del año escolar todos juntos en el patio haciendo una guerra de globos de agua y echando unas risas, cuatro de cincuentaynosecuantos profesores de mi centro hemos estado en el evento. Puedo aceptar que me digan que no les gusta mojarse, puedo entender que no les gusten los globos, tengo que entender que salgan a su hora y no puedan quedarse, me obligan a entender que no estaban porque no quisieron estar. La verdad es que simplemente no dijeron ni justificaron nada, ¿ni si quiera su moralidad?. Yo sé que detrás de esa ausencia y de otras muchas -que nada tienen que ver con agua ni globos-, está la falta de compromiso con la educación de nuestros chicos. Muchos años de formación, de estudios universitarios, de cursos de capacitación pedagógica, atención a la diversidad, psicología adolescente, tutorías y nadie les dijo que su misión es acompañar en el proceso de aprendizaje de forma activa, vivencial y directa. Nadie les dijo que deben participar, no solo del estrecho y asfixiante espacio del aula con pupitres colocados en fila a juego,  sino que deben compartir sus espacios abiertos y diferentes, porque es otra forma de llenarlos de educación y de acercarse a ellos. Nadie les dijo que educar es otra cosa, algo más relajado, más abierto, más simpático.