lunes, 15 de junio de 2020

Volver

Mis padres, Elisa y Diego.
El patio de mi casa... ayer fue particular y especial. Tres meses y medio sin ver a unos padres, es demasiado tiempo en una sola vida. Qué tontería, pero pensé en todos los abrazos y besos que ya nunca iba a recuperar y que seguro que algún día me harán falta. Hoy ya me están haciendo falta. Y lloré con la emoción del reencuentro, lloré porque mis ojos de nuevo me regalaban la presencia de mis padres tras el confinamiento. Lloré por todos los padres perdidos del mundo y porque yo, afortunada, estaba frente a los míos, sentada en una mañana de principios de verano, en el patio, al sol, como si el tiempo si hubiera pasado.
Y llegué como llegan los reyes magos, cargada de comida, de libros para esa curiosa lectora que hay en mi madre, de sandías y melones para el estómago de mi padre, de comida recién hecha y de cincuenta croquetas de bacalao que les debía y que habían sido motivo de risas en esos tres meses y medio. 
Y nos pusimos al día, si eso es posible. Repaso intenso por las vidas, las enfermedades y las muertes. Análisis político y económico de nuestros pequeños mundos, porque de los grandes no sabemos mucho. Cuidados intensivos, refresco y aperitivo. Subir la ropa de invierno al doblao porque ya estorba, cambiar una bombilla, la cafetera se rompió, el tiempo no perdona.
Mi padre me abrió la puerta sonriendo muy temprano y la volvió a cerrar 12 horas después cuando tuve que marcharme de nuevo. Pero ahora, puedo volver y el sábado vuelvo. Ya saben.. a por mis abrazos y mis besos.

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