domingo, 5 de diciembre de 2021

Navidades con mi madre

No comparto la navidad, nunca tuvo para mi más sentido que el de ver llegar las vacaciones o los regalos extras. 
Este año es difícil para mi ver como llega, la espero escondida en mi tristeza y en mi misma, como una cobarde.
He descubierto que parte del espíritu navideño que he aprendido ha sido con ella: mi madre. A través de ella, cada navidad había un sitio en nuestra mesa para los que ya no estaban. 
Mi madre, recordaba villancicos viejos, conversaciones viejas, recordaba brindis, personas, historias. Era capaz de recordar el tiempo que hizo y lo que comimos cualquier navidad pasada. Repasaba los menús con la satisfacción sincera de haberlos disfrutado. 
Lo que más me gustaba, mamá, eran las notas que escribías en nuestros regalos de reyes. Escribía mal, quiso ser maestra y la vida y la educación de entonces no se lo permitió, por ser mujer. Dejaba notas en nuestros regalos, con esa letra redondeada y llena de faltas que siempre me parecieron deliciosas. Y así año tras año nuestros regalos los firmaba Baltasar, Melchor o Gaspar y en sus mensajes nos decía que el regalo estaba en camino o que los camellos se habían atascado. También nos decía que habíamos sido muy buenas y para que estuviésemos calentitas nos envolvía dentro un pijama. Y no faltaban nunca los paquetitos con  bragas y calcetines. Sea lo que sea que escondieran sus regalos, siempre acertaba.
La navidad para mi son nuestros zapatos bajo el árbol, mi madre contando como entraban los reyes magos por los balcones cuando vivíamos en Valencia, golpear el almirez o la botella de anís, comer cosas muy ricas e inolvidables, el champán que no me gusta y abrir cada regalo con la expectación de ser el mejor del mundo. 
La navidad a su lado dejó en mi un aprendizaje y construí también mi propia navidad: escribo mensajes en los regalos, ponemos los zapatos bajo el árbol y regalo bragas, calcetines y pijamas calentitos. Gracias mamá.
 

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