miércoles, 27 de marzo de 2024

Un día inefable.

Dibujo, regalo de Abel.
Yo que me creo conocedora de esa maraña que son las emociones, no identifico cuáles son las que me están haciendo perder la cabeza. Sigo mi entrenamiento a la espera de poner nombres a lo que padezco y poder actuar en consecuencia. ¿De dónde procede la tristeza que me obliga a quebrarme bajo la lluvia? ¿Cómo se ha incrustado en mí esa desazón a la que nunca permití el paso? ¿Por qué mi caminar se ha vuelto pausado y vulnerable?  ¿Acaso, he desatendido los mensajes, que con inusual insistencia, lanza mi mente? ¿O será mi alma, eternamente cansada, la que hoy habla por mi boca?

Los ruidos siguen girando a mi alrededor y todavía no he descubierto si está en mi deseo aplacarlos. Se atropellan y superponen las palabras y no las he dado permiso para envolverme. ¿Qué dicen todas esas letras que merodean por aquí? ¿Por qué el silencio remueve mi soliloquio neuronal? ¿Acaso, he accedido por fin al interruptor que llevo en mi costado? Y entonces lo puse en la opción de apagado y así sigo desde entonces. 

Dedicado a esta puta locura, que es vivir.

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