domingo, 11 de marzo de 2018

Siempre preguntando

El viernes pregunté a mis alumnos de segundo de bachillerato qué se llevan, ahora que el curso está a punto de terminar y se marchan del instituto. Les pregunté si lo que se llevan les servirá para vivir. Les seguí preguntando, si les hemos dado las herramientas necesarias para ser funcionales en su vida de adultos, si hemos conseguido "amueblar sus cabezas" con las destrezas necesarias para resolver lo que vaya surgiendo a medida que se alejan de nosotros y se acercan a otro entorno más complejo. Insistí en averiguar si nos hemos esforzado lo suficiente por ayudarles a gestionar sus emociones, sus sentimientos, si hemos sabido descubrir sus talentos y acercarles al éxito de su existencia. Quise saber si les hemos transmitido la importancia real de ser generosos y no combativos aunque encuentren una selva en los próximos años y tengan que luchar. 
Me respondieron que se llevan poco de lo importante y mucho de lo que van a olvidar enseguida. Me hablaron demasiado de contenidos y conceptos, exámenes, operaciones matemáticas, prohibiciones, castigos y presión académica. Hablaron poco de satisfacción personal, de sentirse realizados en plenitud, de haber sido escuchados lo suficiente, de motivación y emoción. 
En estos días voy a seguir preguntando, he confirmado el sinsabor que me persigue y me impide dejar de preguntar. Sé que se llevan más cosas de las que ellos creen. Pero sé que se llevan muchas menos cosas de las que deberían. 

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