sábado, 25 de septiembre de 2021

Gracias mamá.


 Hoy desayuné con mi madre. Bajó conmigo a la calle, a la cafetería de casi siempre: un manchado muy caliente y alguna tostada rica, lo que tu pidas para ti, hija.

Sesión de peluquería y un no me dices si estoy guapa. Mañana de tiendas y opiniones sobre la vida, que como te has muerto, sigue siendo muy puta todavía. 

Pruébate un vestido bonito, hija, yo te lo regalo, que siempre vas con pantalones, con lo guapa que eres y que poco te arreglas. En eso no te pareces a tu madre, que me gusta ir siempre bien arreglada.

Segundo café en el corte inglés con unas caprichosas tortitas, con nata y sirope, para compartir. Siempre empezaba alguna historia del pasado, de su gente, de su nostalgia, de sus recuerdos aún vivos que le permitían no desconectar. Con un te has dado cuenta, Carmen, todos los años que llevamos viniendo a esta cafetería y que poco ha cambiado, me dice lo mucho que le gusta que nos sentemos ahí después de las compras, para descansar y mirar a la gente. No pagues, siempre te adelantas y ya me toca a mi, que tú, hija, tienes muchos gastos y yo ya estoy jubilada. 

Y lo mejor es cuando nos encontrábamos a alguien de su edad y la veía muy vieja, mientras ella solo estaba un poquito usada.

Ayer me emocioné en clase, mamá, porque les hablé de ti a mis alumnos y de esa generosidad que he aprendido y que siempre me acompaña. Gracias por no irte del todo.

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