jueves, 4 de septiembre de 2014

De iglesias, educación y filósofos.

Prometo no ir a sus iglesias a filosofar, a cambio me gustaría que no viniesen a nuestros centros educativos a cristianizar. Podría ir y decirles que dios no existe, porque si existiera sería un tirano que ha creado un mundo sin consenso, a su antojo, un mundo con personas desiguales, discriminatorio; un dios nada democrático. Podría decirles que la generosidad no se mide en las monedas que echan en el cesto, ni en los días que van a misa, ni en domingos ni fiestas de guardar; que la generosidad está en nuestra concienca, en la cantidad de amor que somos capaces de almacenar y regalar. Podría decirles que llevan siglos leyendo el mismo libro obsoleto y se están perdiendo una amplia literatura universal llena de valores y principios cercanos a la humanidad. Que los iconos que veneran son iconos. Que ya nadie vive arrodillado, que es mejor vivir y morir de pie. Que si dios existiera no permitiría que siempre murieran los buenos y que los malos fueran felices, que entonces no es tan bondadoso y que a modo epicúreo considero que se ha despreocupado de nosotros y la divina providencia es un cuento pasado de moda. Podría decirles que el mundo es injusto, pero que se puede mejorar y en sus manos está actuar y no sólo esperar una vida mejor, la prometida.
No voy a ir a sus iglesias porque sería caer en la demogogia que no tengo y además no aceptarían a una librepensadora con espíritu crítico, no programada para la autodestrucción y la vida eterna; amarrada a este "valle de lágrimas" que se va secando gracias a que todavía somos capaces de despertar la curiosidad por la explicación del mundo, de sus cosas, la realidad, la vida... Me pagan con dinero público y educo en libertad, en variedad de opiniones, valores, religiones, creencias, sentimientos, pasiones, etc, a un público excelente que es libre de ir a las iglesias a escuchar. Les pagan con dinero público por educar en una única dirección en nuestros centros.
Lo dicho, prometo no ir a sus iglesias a filosofar, sobretodo  para que no me quemen las alas.


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