jueves, 30 de julio de 2015

Pequeñas cosas de mierda y el Amor

Vendedores a pie de calle que no pagan impuestos, con un par de cajas de hortalizas echando un cigarro tras otro consumiendo el día. Coches en doble y triple fila que te asfixian la salida de tu casa, conductores que no se disculpan, que te gritan para creer que tienen razón y que eres tú la exigente, la poco tolerante, la impaciente. Autobuseros que te desprecian con la mirada cuando les das los buenos días y preguntas algo razonable. Pobres pidiendo, exigiendo y maldiciendo, mostrando sus heridas, de rodillas o descalzos. La que se cuela disimuladamente en la cola del supermercado y asegura que iba primero y se alza contra ti en una lucha tensa para decidir quién tiene más prisa. Peatones que no respetan su paso, coches que no respetan su espera, respeto que ha perdido el rumbo en la selva de la in-civilización. Horas tediosas de oficina, improductivas -¿verdad amor?-, infelices, que no valoran y nada aportan. Jefes que han perdido el respeto por sí mismos, que ya no sueñan que ya no saben ser jefes. Lectura interminable de noticias que exasperan, el mundo no ha cambiado definitivamente, está lleno de cobardes, de corruptos, de malos vecinos, de estafadores, de hipotecados y desahuciados a quien engañar, de tesoreros que se enriquecen, de reyes que viven del cuento, de gente que muere gratuitamente y en silencio, de héroes que se cuelgan sus medallas, de niños hambrientos, de hijos de todos y de nadie. De repente alguien te cede su mesa en un restaurante, o te regala una
Nosotros y Venecia
cerveza en el autobús y brinda contigo para subsanar un malentendido, alguien te besa porque le apetece o te explica la catedral de Florencia apasionadamente en medio de su migraña y su sonrisa. Miras a tu lado y alguien comparte contigo esa vida de mierda que a veces no puedes dejar de sufrir, de mirar, de vivir y te está observando y te quiere porque eres desastrosamente estupenda. Mira a su lado y comparte conmigo esa vida de mierda apilada en la mesa de un despacho y sabe que le observo, que le cuido porque es ingenuamente grosero y espectacular, porque le quiero.

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